En estas fechas navideñas, de final de año y comienzo de uno nuevo, vienen a mi memoria pasajes e historias que en otro tiempo me contaron.

Había una que decía: la vida no es más que un viaje en tren. Algunas personas se suben y otras se bajan del tren, mientras el tren sigue su camino. En este viaje pueden suceder cosas agradables, desagradables tristes y jocosas.

Al nacer subimos al tren y nos encontramos con personas que pensamos estarán todo el viaje con nosotros, nuestros padres y hermanos o hermanas. Desgraciadamente no es así, la verdad es otra. Ellos bajarán dejándonos huérfanos de su amor, cariño y ayuda. Otras personas irán subiendo al tren que en algún momento pasarán a formar parte de nuestra familia.

De todas las personas que realizan el viaje, algunas se lo tomarán como un pequeño paseo, otras en cambio, sólo encontraran miserias y tristeza. Otras irán de un lado a otro, otras se bajarán y nos dejarán llenos de melancolía y habrá algunas que bajarán sin ni siquiera darnos cuenta, dejando un asiento vacío cerca de nosotros.

Habrá algún viajero que se querrá sentar en otro vagón, y estaremos lejos de ellos a lo largo del viaje, tal vez podamos acercarnos a ellos , pero los asientos cercanos estarán ocupados.

No importa. El viaje es así. Lo que cambia y da brillo son las metas, y los retos que nos proponemos realizar. Lo verdaderamente único y curioso es que no existe viaje de regreso. Sólo tenemos billete de ida.

El mayor misterio es que no sabemos en qué estación nos hemos de bajar, y mucho menos en cual han de bajarse nuestros seres queridos. Esperemos que todos los amigos y familiares que hemos hecho durante el viaje nos recuerden con alegría y buenos pensamientos, una vez concluido nuestro periplo en tren.