El balance político y económico del 2017 que tenía previsto hacer ayer Mariano Rajoy tras el último Consejo de Ministros del año dejó varias evidencias de distinto tipo que se resumen en una preocupante conclusión: el presidente del Gobierno español no tiene en cuenta la realidad política y social en el Estado y no ha entendido o no ha querido entender los resultados de las elecciones catalanas, incluida la debacle de su propio partido, y va a seguir jugando al regate corto y al tacticismo de escaso recorrido. La decisión -anunciada con intención de solemnidad, cuando es una atribución, es de esperar que la última, que se arroga en aplicación del artículo 155 de la Constitución- de fijar para el día 17 de enero la sesión constitutiva del Parlament catalán no busca sino acortar los plazos para añadir presión a las formaciones soberanistas, que deben decidir en pocos días sobre la situación de sus parlamentarios electos que están en prisión o huidos en Bruselas, como el propio Carles Puigdemont, a riesgo de perder la mayoría en la votación que designará a los miembros de la Mesa de la Cámara catalana. El momento histórico que vive Catalunya requiere de mayor altura de miras. La primera resolución de Rajoy tras el 21-D es, en este sentido, continuista y no atiende a la demanda social mayoritaria expresada en las urnas. En cualquier caso, ahora vuelve a tocar a los partidos independentistas mover ficha a la mayor brevedad y deben hacerlo mirando a los intereses de los ciudadanos de Catalunya y a la recuperación del autogobierno y de las instituciones legítimas. Mariano Rajoy, lejos de cualquier atisbo de autocrítica, insistió en las bondades de la aplicación del artículo 155, que, a su juicio, ha demostrado la “calidad de la democracia”, la independencia de los poderes del Estado y el imperio de la ley, y volvió a amenazar al Govern con su futura utilización. Por otra parte, el presidente español insistió en que no hará cambio alguno en su Gobierno ni en el PP catalán, haciendo oídos sordos incluso a las críticas en su propio partido. En definitiva, Rajoy va a seguir manejando con su propio estilo el frente de Catalunya sin que haya indicios de que vaya a cambiar su política autoritaria por el diálogo como solución y con Ciudadanos sometiéndole aún a mayor presión, aunque debe ser consciente de que esa vía solo le conduce al desastre.