La valoración de la actividad del Gobierno Vasco en el ejercicio anual que se cierra esta semana realizada ayer por el portavoz del Ejecutivo, Josu Erkoreka, quizá pueda llegar a ser calificada de autocomplaciente por la oposición, dentro de lo que se debe entender como legítimo debate político, pero no por ello deja de resumir en un altísimo porcentaje la realidad, también la percepción que sobre la misma empieza a poseer la sociedad vasca. Aun si a 2018 se llega todavía con camino que recorrer en el impulso al desarrollo socioeconómico de Euskadi y en la recuperación definitiva de la tasa de desempleo, prioridades que son las que han venido centrando la preocupación de la ciudadanía -y del Ejecutivo- en los últimos ejercicios, la recuperación de la economía parece cada vez más evidente y junto con la constatación de que se ha empezado a crear empleo de cara a ese objetivo de situar el número de parados por debajo del 10% en 2020 permite si no la autocomplacencia sí advertir una mejora en la confianza de los ciudadanos, reflejada además en el consumo, que el pasado noviembre experimentó un ascenso interanual del 3,4%, un punto más que un mes antes. En ese sentido, negar que Euskadi entra en 2018 mejor que lo hizo en 2017 sería negar una evidencia pese a que lo voluble de la economía global y la interacción con las principales economías europeas y sus consecuencias para el tejido empresarial vasco recomiendan aún cierta prudencia. En todo caso, la aprobación de los presupuestos para el año entrante y la estabilidad del acuerdo que sustenta el gobierno de Iñigo Urkullu son también aval de continuidad a las políticas que permiten cerrar 2017 con cierta controlada satisfacción que emana del más que relativo éxito con que el Ejecutivo ha logrado mantener los servicios esenciales durante los años anteriores, de mayor dificultad presupuestaria. Y esa sensación no se limita a lo económico. Los avances en la normalización de nuestro país, incluyendo las iniciativas gubernamentales en favor de la convivencia y los derechos humanos, también aquellas que pueden producir fricción pero son más imprescindibles que necesarias, y la articulación parlamentaria de una mayoría que desea impulsar una profundización de nuestro gobierno permiten creer asimismo en un horizonte relativamente optimista.