Consenso político interno lo más amplio posible, bilateralidad en la relación con el Estado y participación en la construcción de una Europa capaz de integrar y considerar a las naciones que la conforman y no basada en la homogeneización estatal son las tres ideas-fuerza de la conferencia 40 años de autogobierno vasco que el lehendakari, Iñigo Urkullu, pronunció ayer dentro del ciclo organizado con motivo del 40 aniversario de Deia. También los tres ejes de la ruta elegida para que Euskadi afiance y amplíe su autogobierno, una ruta lógica, que se contrapone a la de la unilateralidad, prácticamente imposible hoy en el concierto internacional, y a la de la imposición, inaceptable en todo caso si lo que se pretende es una Europa fundamentada en y respetuosa con los derechos, tanto individuales como colectivos. Pero, además, es una vía legítima, la de los derechos históricos a los que el Pueblo Vasco no ha renunciado, como estipula la Disposición Adicional del Estatuto de Gernika, y amparados por la Adicional Primera de la Constitución. La vía Urkullu trata, en definitiva, de que se cumplan en su integridad los compromisos -y de ahí la exigencia del desarrollo íntegro del Estatuto, aún pendiente- que el Estado, a través de sus representantes, adquirió en la Transición al tiempo que establecer las reglas para evitar que el autogobierno vasco, y en su caso los mayoritarios deseos vascos de ampliación del mismo, sean en adelante rehenes de las necesidades políticas del Gobierno de Madrid que hasta hoy siguen condicionando su pleno desarrollo; en consecuencia, también la admisión de Euskadi como nación, con sus propios ámbitos de decisión y sus particulares necesidades, dentro de una Unión Europea que, como el Estado español, necesita transformarse, adecuarse, a las necesidades del siglo XXI, que debe hacer de la cercanía, el conocimiento de las necesidades sociales y, por tanto, de la subsidiariedad, herramientas básicas de su actividad política y normativa. Es una vía que no permite prisa, tampoco pausa; que exige una relación de confianza todavía hoy difícil de mantener y que pasa, en primer lugar, porque los propios vascos, a través de nuestros representantes, tejamos complicidades y alcancemos el acuerdo de una mayoría suficiente que presentar al Estado como solución a su principal debilidad: la incomprensión de las realidades nacionales que encierra.