De ínfima calidad argumental resultan los reproches surgidos de los ámbitos autonómicos contra el Concierto, el Cupo y, ahora además, la eventual reforma del Impuesto de Sociedades. Mandatarios autonómicos de Castilla y León y La Rioja se abrigan con el discurso falseado de Ciudadanos, que ha pasado de denunciar la mentira del “España nos roba” en la crisis territorial catalana, a enfatizar su “Euskadi nos roba” para ganar irresponsablemente espacios de opinión a base de puro populismo. Constatada la voluntad de asentar en el imaginario colectivo de la opinión pública española ese ejemplo de posverdad, los fríos datos han dejado de servir para poner freno a esa práctica por la vía del contraste veraz. Hay una voluntad de manipular el discurso que disfruta de la connivencia de potentes lobbys de interés económico y político con sus vertientes mediáticas dispuestas a amplificar su eco. A la opinión pública española nadie le ha dicho, ni en editoriales ni en alocuciones ni en intervenciones políticas que, por ejemplo, ese impuesto de Sociedades que La Rioja está dispuesta a recurrir si en los territorios forales bajara al 24%, es hoy tres puntos porcentuales inferior en el Estado que en Euskadi. Tiene mejor acogida pretender que la calidad de los servicios públicos de las comunidades de régimen común mejorará ostensiblemente con los recursos que se pretende detraer de la economía vasca que con una mejor gestión de los que ellos mismos son capaces de generar. Un absurdo total, habida cuenta de que la CAV es hoy poco más del 6% del PIB de todo el Estado y nadie parece reparar en que, descontada la Comunidad Foral Navarra, la caja común gestiona un 92% largo. ¿Alguien puede sostener que lo que no se consigue administrar correctamente con ese 92% se lograría mejorar con un pellizco mayor del 8% restante? Lo que hay en el fondo de ese discurso es la pretensión de centralizar el 100 de los recursos y redistribuirlos en función de criterios que hasta la fecha no han servido para lograr que las comunidades tradicionalmente deficitarias sean capaces de crear más riqueza para sus propios ciudadanos. No es nuevo ese populismo, pero es muy peligroso cuando la vicepresidenta del Gobierno español advierte que una reforma constitucional no se hará para “contentar a nacionalistas”. ¿A cuáles?