El sangriento ataque terrorista perpetrado el pasado viernes en Egipto, el más mortífero en la historia del país y que dejó un balance de al menos 305 muertos -27 de ellos niños- y 128 heridos, supone un paso más en la escalada de barbarie del radicalismo yihadista que solo busca generar el mayor terror posible por todos los medios a su alcance. Aunque no ha sido aún reivindicado, el atentado lleva el signo del Estado Islámico tanto por su brutalidad como por el lugar elegido y el objetivo del mismo, así como el modus operandi. Egipto, y en especial la península del Sinaí donde fue perpetrado este ataque, lleva tiempo en el punto de mira terrorista, aunque en esta ocasión ha llegado más lejos que nunca al buscar una masacre sin precedentes. El atentado tuvo lugar en un día sagrado para el islam, en una mezquita frecuentada por creyentes sufíes -una rama considerada herética por parte del yihadismo radical, lo que supone mayor división y enfrentamiento-, mediante la explosión de una bomba y el posterior ametrallamiento indiscriminado de quienes huían del templo por parte de entre 25 y 30 atacantes. En definitiva, el terror por el terror con el objetivo de amedrentar a la población -sea cristiana o musulmana- que no se doblega a sus supuestos principios. Hay que tener en cuenta que en el norte del Sinaí opera la rama egipcia del Estado Islámico. El atentado, por todo ello, vuelve a poner el foco en un aspecto clave, como es la posibilidad cierta de que la derrota que está sufriendo el Estado Islámico tanto en Siria como en Irak esté llevando a los combatientes yihadistas a fijar otros objetivos de su guerra con el fin de, ante la imposibilidad cierta de imponer su califato, desestabilizar países que considera alejados de su ortodoxo ideario. En este sentido, Egipto es considerado por los radicales como una punta de lanza del infiel y perverso Occidente y, por tanto, enemigo de sus ideas islamistas. El país, además, es clave en una zona potencialmente muy convulsa y su desestabilización por medio del terror podría coadyuvar a la divulgación de su cruel doctrina, que es la gran pretensión del yihadismo. Es de prever que, ante su fracaso en Siria e Irak, el Estado Islámico no se frenará en sus ataques terroristas ni en Europa ni en Egipto ni en otras zonas de Oriente Medio, por lo que debemos estar preparados para combatirlo, pero también para sufrirlo.
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