Entre enero y septiembre de este año, la temperatura en el planeta Tierra presenta un aumento de 1,1oC desde el periodo preindustrial, es decir, más de la mitad del límite de 2oC acordado en la XXI Conferencia sobre Cambio Climático (COP 21) de París en diciembre de 2015 y a menos de medio grado (0,4oC) de los 1,5oC hacia los que teóricamente se dirigían los compromisos y esfuerzos del más de centenar de países que lo han suscrito. La extensión de hielo en el Ártico y en la Antártida se hallan muy por debajo de la media anual y la extensión mínima de ambas ha registrado niveles inferiores a los conocidos. Y las temperaturas de la superficie del nivel del mar están ya entre las tres más altas y los niveles de absorción de CO2 de los océanos se resienten... mientras las concentraciones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en la atmósfera son los mayores en 800.000 años después de que en los últimos 40 las emisiones globales casi se hayan duplicado. Son datos facilitados por la Organización Meteorológica Mundial que hacen difícil negar la evidencia inexorable del cambio climático cuando, una vez más, desde ayer y hasta el día 17 el calentamiento global reúne en Bonn (Alemania) a 25.000 personas de 195 países, aunque la ausencia de Estados Unidos de la cumbre de gobiernos de los días 15 y 16 por decisión de Donald Trump pueda azuzar al negacionismo. No en vano, el resultado de dos décadas de negociaciones internacionales sobre el cambio climático auspiciadas por la Convención Marco de Naciones Unidas han tenido un éxito muy relativo que difícilmente se traslada del papel -como con el Protocolo de Kioto o el propio Acuerdo de París- a la práctica. Es el caso del Estado español, que en ese periodo de dos décadas largas ha aumentado sus emisiones (es uno de los cinco estados de la UE que lo han hecho) y no termina de aprobar la ley estatal que debe enfrentar el problema cuando ya hace más de dos años que Euskadi implementa su estrategia Klima 2050 en busca de reducir sus emisiones respecto a 2005 en un 40% para 2030 y un 80% para 2050, y elevar el porcentaje de energía renovable respecto al consumo total al 40%. Las soluciones tecnológicas existen. Es cuestión de voluntad gubernamental. La cumbre de Bonn haría bien en analizar el clima desde la perspectiva de la cercanía e impulsar la aplicación del principio de subsidiariedad a sus acuerdos y políticas.