Catalunya vivirá hoy una jornada decisiva para su historia como país y que condicionará su futuro y el de sus ciudadanos. El referéndum convocado por las instituciones catalanas, legítimas representantes de la voluntad y la soberanía popular y que atiende a una reivindicación mayoritaria de la sociedad, no podrá celebrarse con la normalidad y las garantías exigibles a un acontecimiento de estas características y de la trascendencia histórica de un proceso de autodeterminación, debido a la absoluta cerrazón -primero- y a las incontables y antidemocráticas trabas administrativas, judiciales y policiales que -una vez puesta en marcha la maquinaria del 1-O con absoluta decisión y de manera imparable- ha puesto el Gobierno español y el Estado en su conjunto. Un intento de boicotear la convocatoria que se ha traducido en una actuación que no solo no ha frenado o frustrado el referéndum sino que lo ha legitimado, si cabe, aún más y ha mostrado, también hacia el ámbito internacional, la verdadera cara de una España autoritaria e intransigente que, más allá de los discursos oficiales obligados por la diplomacia y los intereses políticos y económicos, preocupa, y mucho, en Europa. La imagen de ayer de cientos de personas en el interior de los colegios tras haber pasado la noche y dispuestos a hacerlo otra más con el objetivo de que hoy puedan abrirse las urnas a la ciudadanía y, por otro lado, de la Guardia Civil ocupando el Centro de Telecomunicación y Tecnología de la Información de la Generalitat para que no pueda realizarse el recuento de los votos, así como de las distintas movilizaciones tanto a favor del 1-O -incluida la multitudinaria manifestación celebrada en Bilbao- como de “la unidad de España”, suponen la imagen simbólica de una confrontación desigual que se precipita peligrosamente hacia la fractura social. En este contexto, conviene recordar los escasos pero muy razonables intentos de mediación que han tenido lugar, en especial los del lehendakari, Iñigo Urkullu, que incluso en vísperas del choque de trenes buscó ante Mariano Rajoy y Carles Puigdemont una fórmula de diálogo hacia el acuerdo. Pase lo que pase hoy -y todos esperamos que transcurra por cauces pacíficos-, será necesaria una negociación a partir de mañana mismo con el objetivo de, con la base de la voluntad política por ambas partes, encontrar una salida democrática y justa al conflicto.
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