Barcelona, hermosa mía, flor de todos los tiempos, mi primavera eterna, quieren matarte y han producido en el alma tuya una torcedura de terror. Recóndita y eterna como eres, los que quieren matarte no lo saben. No saben que tus gentes son buenas, que darán todo lo que tienen por ti y por quien te visita; darán la sangre, la inteligencia y el conocimiento. Los que quieren matarte no se dan cuenta de que ya han pasado los tiempos de morir matando por la razón que sea, buena o mala, religiosa, luminosa o tétrica. Los que quieren matarte no se han dado cuenta de que son tiempos de palomas, de volar libre, no de jaulas negras y rencores. Los que quieren matarte, amada mía, necesitan más amor y no se dan cuenta de que tú se lo puedes proporcionar a raudales, siempre y cuando amen el amanecer, la mar, la brisa y la ternura de la hierba recién nacida, la inteligencia y las rosas. Desde Cambrils a Roses, desde el monte a la playa guapa nos quema la lengua con las brasas del dolor, pero devolveremos el terror con amor.
Otros vendrán de nuevo a clavarnos la reja del dolor, pero no podrán con nosotros. Que sepan que iremos a por ellos y que aquí sobran. Con todo mi amor. T’estimo i t’estimaré.