La detección e inmovilización por parte del Departamento de Salud del Gobierno Vasco de una partida compuesta por 20 toneladas de huevo líquido pasteurizado (huevina) contaminado con el insecticida fipronil en una empresa de Bizkaia ha hecho saltar la alarma por primera vez en Euskadi y en el Estado sobre una crisis alimentaria que está afectando a numerosos países de toda Europa. Pese a lo llamativo de la noticia en sí y de sus términos -gran cantidad de alimento contaminado-, conviene matizar y ponderar la dimensión real del problema y, en consecuencia, lanzar un mensaje de tranquilidad a la ciudadanía. Tanto las instituciones como las autoridades sanitarias, productores y consumidores han llamado a la calma respecto a este asunto que puede generar cierta y lógica inquietud en la sociedad. En primer lugar, los especialistas aseguran que el riesgo de intoxicación es muy improbable y, por tanto, no hay un peligro potencial para la salud humana. De hecho, consideran que una persona tendría que consumir al menos 10.000 huevos contaminados con fipronil durante un corto periodo de tiempo para sufrir problemas de salud. Además, los sistemas de control puestos en marcha tras la detección del problema en Europa están surtiendo efecto, como se ha comprobado el viernes con la partida detectada en Bizkaia tras activarse el protocolo del Sistema Europeo de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos, que advirtió a las autoridades de la distribución de la partida de huevo líquido procedente de Francia. Con ello, se ha evitado, como en otros lugares europeos, que el producto contaminado llegue a la cadena alimentaria. A ello hay que añadir los sistemas propios de salud y calidad de Euskadi en toda la cadena de la industria dedicada a la alimentación y la decidida apuesta por la producción de origen. Sin embargo, y pese a todos los mecanismos y prevenciones, nada garantiza una seguridad absoluta en un mundo y en un mercado sumamente globalizado. La dimensión europea de esta crisis así lo demuestra y de hecho la Comisión Europea acaba de convocar a los países afectados por la contaminación de huevos con fipronil a una reunión en septiembre para mejorar el sistema de alerta de la Unión. La responsabilidad de productores, instituciones y consumidores es el mejor antídoto contra las amenazas en los sistemas alimentarios.
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