Los resultados de la séptima Medición del Uso de las Lenguas en la Calle, realizada por el Clúster de Sociolingüística en 144 municipios vascos con la participación de más de medio millón de personas, inciden en una advertencia ya esbozada en el informe sobre uso y penetración del euskera presentado hace poco más de un año por la Comisión Euskara 21 y la viceconsejería de Política Lingüística: la recuperación del euskera, un éxito indudable en los últimos cuatro decenios, presentaba claroscuros en cuanto a su utilización cotidiana que ahora parecen confirmarse toda vez que el uso de nuestra lengua en la calles de Euskal Herria (CAV, Nafarroa e Iparralde) ha caído algo más de un punto en una década, del 13,7% en 2006 al 12,6% el pasado año. Cierto, esa reducción del 1,1% puede deberse a las diferencias en una medición que es imposible repetir de modo exacto y no tiene por qué formar parte de una tendencia, pero en todo caso confirmaría realidades socialmente comprobables. Por un lado, que no se da el previsible crecimiento en el uso cotidiano del euskera que debería llevar implícito ese éxito evidente del proceso de euskaldunización, toda vez que hay más de doscientos mil euskaldunes más que hace 25 años. Por otro, el hecho de que esa carencia de un reflejo paralelo en el uso cotidiano del crecimiento de la euskaldunización es, si cabe, más acusado en las generaciones más jóvenes, quizá por efecto de la globalización cultural y los cambios de costumbre que conlleva el uso de las nuevas tecnologías, como se deduce de que el 84% del alumnado estudia hoy en modelos D y B, que deben asegurar el conocimiento de euskera, pero la proyección de vascohablantes en veinte años no alcanzará al 50% de la población. Esto es, las nuevas generaciones que deberían asegurar la continuidad y el crecimiento del euskera merced al conocimiento de nuestra lengua derivado del esfuerzo continuado del sistema educativo, no lo harán en la medida esperada -lo que derivaría en debilitamiento- debido al escaso uso del euskera fuera de dicho sistema, especialmente además en los dos territorios, Bizkaia y Gipuzkoa, en los que había resistido mejor las dificultades -en Araba, de hecho, ha crecido un 4,6%-. Y ello implica la necesidad de reorientar los esfuerzos para, sin relajarlo en el ámbito educativo, hacerlos coincidir con los nuevos hábitos que se implantan vertiginosamente también en nuestra sociedad.