La multa de 2.420 millones de euros impuesta ayer por la Comisión Europea a Google por abuso de posición dominante en su comparador de precios, más del doble de la mayor impuesta hasta la fecha -1.060 millones a Intel en 2009- supone una advertencia en toda regla al primer buscador en internet, pero no conllevará de momento un cambio en las reglas del juego en los servicios que el consumidor recibe a través de la red. La advertencia es obvia. La decisión anunciada por la comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, sienta un precedente para Google. Sobre ella, la CE puede iniciar investigaciones similares sobre abuso de posición dominante en otros servicios de Google en los que el buscador, que en la práctica alcanza el 90% del mercado europeo, prima sus propios intereses a la hora de ofrecer servicios y precios en internet. Y ello podría elevar las multas por encima de los seis mil millones de euros. No en vano la Comisión ya investiga eso mismo en la relación de Google y los fabricantes de dispositivos móviles con el fin de primar al sistema operativo Android, también las restricciones que el buscador impone a las webs a la hora de publicitar en ellas a competidores de su matriz, Alphabet. Pero por eso mismo es más que previsible que Google recurra la decisión de la CE, reiterando la oportunidad que ofrece a la industria y el comercio europeos, especialmente a los minoristas, de competir frente a los gigantes del e-commerce o comercio en la red que parecen copar el mercado de internet . Es decir, Google pretenderá que se trata en realidad de una oferta de apertura del mercado frente al monopolio de los grandes distribuidores del e-commerce, todo lo contrario de lo que ha llevado a la CE a determinar la multa, pese a que esa apertura esté sujeta al modelo y las prioridades que impone Google. El problema es que ambas cosas son ciertas, por cuanto Google abre una puerta frente a Amazon o E-bay, por citar dos ejemplos, pero lo hace para convertirse en alternativa a ambos. Y aun si se reconoce la iniciativa de la CE como una defensa del consumidor, el verdadero problema no es el modelo abusivo de Google, ya que prácticas similares se antojan generalizadas, sino el porcentaje de mercado que alcanza. También que la legislación antimonopolio de la UE apenas señala la responsabilidad de las empresas en eludir la restricción de competencia.
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