Vivimos tiempos en los que el fútbol a veces salta de las secciones deportivas de los medios de comunicación a otras como las dedicadas a tribunales por noticias vinculadas a amaños de partidos, corrupción o evasión fiscal. El deporte de élite, en cuanto generador de voluminosos negocios, no escapa tampoco a los pecados de otras actividades. No obstante, no se puede soslayar que hay pocos fenómenos capaces de erigirse en argamasa social de tal calibre -siquiera por un momento- como lo es un equipo de fútbol. Una sociedad, una comunidad, necesita de lugares comunes que compartir; lugares en los que sus miembros se igualan, en los que las diferencias se difuminan en el mejor sentido, no para borrarlas, sino para hacer que convivan. O así debería ser. En rigor, el partido de esta noche no es más que un partido de fútbol, una final, sí, pero un partido de fútbol. Nada más. Y nada menos, porque representa una magnífica ocasión para comprobar cómo unos colores -los albiazules en este caso- pueden reunir a toda una comunidad. Del socio de toda la vida, ese seguidor fiel y sufridor que padeció -por recordar la historia más reciente- la época Piterman y la Segunda B, a quienes se han incorporado a las gradas de un Alavés que volvió por sus fueros a Primera; del futbolero o futbolera impenitente a aquél que no sabe ni qué es un penalti -ni falta que le hace- pero que quiere disfrutar de la fiesta. El Muro de la Ilusión que DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha promovido esta semana fue prueba de lo diverso y amplísimo que es ese sentimiento, esa ilusión, que trasciende lo meramente deportivo. El Alavés descendió no hace tanto a los infiernos para casi desaparecer, pero ahora puede presumir de renacer brillante que, en la remontada desde la Segunda B, culmina con una situación económica saneada y una temporada de debut en Primera para enmarcar, con el broche de oro esta noche en el Calderón. Un mérito de su equipo directivo, de los técnicos y jugadores que han construido ese camino y de los socios y aficionados que les han empujado con su aliento. Una noche para soñar, como rezan las portadas de hoy de DNA. Para soñar que se puede, para soñar bien despiertos porque al echar la mirada atrás hoy, cuando el pitido dé el inicio del partido en el Calderón, hay un recorrido y un trabajo bien hechos que evidencian que los sueños se pueden cumplir. Beti zurekin! Beti Alavés!
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