El mundo, Pedro, está plagiado de memoria y la información ya flota en una nube. Todo parece provisional y sin límites fijos. Pero, paradoja, el espectáculo de fin de semana que más nos sigue atrayendo es la competición deportiva profesional a campo abierto, y también en polideportivos. De ahí seleccionamos nuestro abanico de héroes populares para los que guardamos una rendida devoción. Al salir de la sala de proyección aún alucinados por los efectos especiales de la última peli exitosa nos preguntamos si es posible el logro de un mundo mejor que no sea necesariamente el mundo mejor que el FMI propone. La poesía es un arma descargada de futuro. La política a veces parece el arte de hacer que el inodoro huela. Aquel mercado laboral mileurista y precario va llegando a más cuerpo social, mientras la ausencia de grandes valores capaces de conjugar y superar grandes retos como el de la transmisión intergeneracional de la pobreza sigue subiendo en los ascensores de institutos oficiales. Estimado Pedro, ¿en qué otra parte se esconde el discurso socialdemócrata que se alce en plena era Trump con criterio que no sea en las contradicciones de la propia era Trump, las del neoliberalismo del gran mercado globalizador que nos mantiene como dominadores del mando a distancia sobre una realidad recreada y ficticia, sí, pero aletargados, absortos e indiferentes ante nuestra incapacidad de ejercer influencia alguna sobre ella?