Desde la marcha de las mujeres de Chicago y Nueva York en 1908, la huelga de camiseras de 1909 y la posterior tragedia (1911) del incendio provocado en la fábrica de camisas Triangle de Nueva York, en el que perecieron 140 trabajadoras; desde que en 1910 se proclamara por primera vez el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, a propuesta de la socialista alemana Clara Zetkin; desde que ese mismo año un decreto real considerara, por fin, la igualdad de matriculación, y por tanto derecho a la educación, a alumnos y alumnas en el Estado español... ha pasado más de un siglo en el que los avances en la equiparación de las personas más allá de géneros ha ido rompiendo la discriminación que a lo largo de la historia de la humanidad han sufrido y soportado las mujeres. Es tan cierto y evidente como la realidad de que todos esos avances siguen siendo absolutamente insuficientes cuando aún hoy, en una sociedad desarrollada como la de Euskadi, persiste el drama de la violencia machista con 15 denuncias diarias (1 por cada 300 mujeres) y se suceden los delitos de agresión sexual (pese a haber caído un 19% el número de denuncias) y desciende la edad de las agredidas. Siguen siendo insuficientes cuando la brecha salarial entre mujeres y hombres alcanza un 16% del salario. Cuando más de una década después de la aprobación de la Ley vasca de Igualdad, la participación de la mujer en los ámbitos de decisión empresarial es todavía casi testimonial: sólo un 8,8% de los miembros de consejos de administración de las grandes empresas vascas es mujer. Cuando trece años después de la puesta en marcha del plan estratégico para la coeducación y la prevención de la violencia de género en las aulas vascas, en las nuevas generaciones se siguen detectando las mismas actitudes y comportamientos que se pretenden erradicar, con especial incidencia en las relaciones a través de las redes sociales y los nuevos canales de comunicación interpersonal. Más allá de esos porcentajes, en todo caso, en el último siglo la labor por la igualdad de los géneros ha avanzado mucho entre nosotros, ha permitido aliviar la discriminación de la mujer e iniciado un giro en la conciencia colectiva que, sin embargo, aun es preciso completar. Y esa es tarea pendiente y diaria de todos y cada uno de los hombres y mujeres.
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