La reciente llegada a Elorrio, de manera irregular y en consecuencia sumamente peligrosa, de siete personas -cuatro de ellas, menores- procedentes del Kurdistán iraquí , indocumentadas y escondidas en el remolque de un camión ha vuelto a sacudir la conciencia de la sociedad vasca, que ha tenido la capacidad de activar de manera urgente y eficaz sus sistemas de protección, ayuda, acogida y solidaridad para atender a estas familias que huían de sus lugares de origen en busca de refugio. La odisea de estas dos familias, compuestas por un matrimonio con sus tres hijos de entre cuatro y diez años y una mujer con un menor de solo 18 meses ha vuelto a mostrar la realidad a la que se enfrentan a diario miles de personas dispuestas a arriesgar sus vidas y las de sus seres más queridos, incluidos niños, en busca de un futuro alejado de la guerra y el hambre. Al mismo tiempo, este episodio ha puesto a prueba los mecanismos públicos y privados, institucionales y de la sociedad civil, con que cuenta nuestro país para atender a los refugiados. Más allá de la decisión que tomen estas familias sobre el destino final de su accidentado viaje -llegar hasta Gran Bretaña, como tenían previsto, o quedarse en Euskadi, aunque ambas tienen pros y contras-, este hecho ha puesto de manifiesto, de nuevo, la necesidad de que el Gobierno español, como mínimo, cumpla y haga cumplir sus compromisos adquiridos en el seno de la Unión Europea para la reubicación y reasientamiento de refugiados. Así se lo recordaron ayer miles de personas que, en sesenta ciudades de todo el Estado, tomaron parte en las movilizaciones convocadas por Amnistía Internacional, que denunció que, más allá de la política de cuotas, de las 17.337 personas refugiadas que España se comprometió a acoger este año, solo han llegado 1.141, un número ínfimo, ridículo, y que refleja la inoperancia e inhumanidad con la que las instituciones europeas están tratando este asunto de capital importancia. Mientras no se cumpla -al menos- este compromiso, seguirá habiendo personas que, como las familias kurdas que acaban de llegar a Euskadi, se jugarán la vida en viajes improvisados y peligrosos. Euskadi, en su conjunto, está preparada y quiere acoger a los refugiados. Si el Gobierno español sigue sin responder, al menos que no entorpezca el proyecto de corredor humanitario del Ejecutivo vasco. Cada día es más urgente.