El programa de gobierno para la actual legislatura, es decir, con el horizonte de 2020, presentado ayer en Vitoria por el lehendakari Iñigo Urkullu, necesariamente debía ser amplio por su extensión temporal, pero también y sobre todo por los retos a los que Euskadi debe hacer frente para entrar en la tercera década del siglo XXI con las bases que le puedan proporcionar éxito. Empleo, desarrollo económico y humano, sostenibilidad, integración, bienestar, convivencia o normalización no son vocablos que se desgastan por su uso en el discurso político. Cada uno de ellos es, debe ser, una meta y un desafío en sí mismo para quienes tienen la responsabilidad de dirigir nuestro país porque la consecución de cada uno es imprescindible en el proceso de situar a la sociedad vasca entre las más avanzadas de la próxima década sin ceder en los niveles de cohesión que, pese a todas las dificultades que ha debido superar, históricamente la han caracterizado. Ahora bien, englobados dichos objetivos en los cuatro pilares, diez ejes, 175 compromisos y 650 iniciativas que incluye el programa, éste presenta además de esa necesaria amplitud, una ambición que se expresa especialmente en la pretensión de atajar desde ya las principales rémoras que todavía afectan a Euskadi, es decir, el desempleo hasta situarlo por debajo del 10%, la inserción laboral de la juventud, especificada en el objetivo del primer empleo para veinte mil jóvenes, el fomento de la natalidad en una sociedad que envejece... Pero también otras referidas a los pilares de nuestra actividad económica a través de iniciativas industriales, de innovación, de internacionalización o en la cultura de la convivencia y en el final de una época de violencias en los que la sociedad parece avanzar más deprisa que sus representantes políticos. Una ambición que el propio Urkullu traslada al ámbito del autogobierno con un método establecido en el diálogo y el acuerdo en el Parlamento Vasco, su traslado al Estado con el fin de alcanzar un pacto y su presentación a la sociedad vasca para que esta lo ratifique. Eso sí, sin menoscabo alguno de la consecución definitiva de todo el autogobierno -incluyendo las transferencias prioritarias de prisiones u gestión de la Seguridad Social- que, habiendo superado ya todos esos pasos hace casi cuarenta años, sigue sin haber sido hecho efectivo.