La comparecencia de la consejera de Educación del Gobierno Vasco, Cristina Uriarte, ante el Parlamento con el fin de presentar el informe elaborado por el Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa sobre los resultados del alumnado vasco en la evaluación PISA 2015 constata, en primer lugar, que el Departamento de Educación asimila esos resultados no como definitorios de la calidad de la enseñanza en Euskadi, pero sí como indicadores de algunas de las necesidades que el propio sistema educativo venía ya detectando y, sobre todo, como una oportunidad de mejora. La admisión de esa realidad, que no desdice la de que la educación vasca sigue manteniendo parámetros de calidad más altos que suficientes, era considerada por todos los estamentos que configuran y participan del sistema educativo una premisa imprescindible. En cierto modo, supone asumir la propia responsabilidad del sistema frente a los intentos de trasladar ésta, en todo o en parte, a la evolución experimentada por la sociedad y a los nuevas formas de relación que tanto afectan a la educación dentro y fuera de los centros de enseñanza. Sin desdeñar ni minimizar dicha afección y los nuevos desafíos que esta supone para los profesionales de la docencia, corresponde al propio sistema adaptarse a la misma para afrontar esos retos con garantías de éxito. Y ello implica, lógicamente, analizar y adaptar la formación del motor principal de los cambios que deben impulsarse, el profesorado, con el objetivo de prestigiarlo adecuando de forma continua el perfil de los docentes a la nueva situación y a sus nuevas exigencias. La posibilidad de una prueba de admisión a los estudios de grado de formación del profesorado no se antoja, por tanto, desencaminada; como no lo está la adecuación del currículum al propio modelo pedagógico. Porque esa asunción de responsabilidad que, a través de la formación, conlleva prestigiar la labor de los docentes es, debe ser, la base tanto para impulsar el aprendizaje por competencias y extraer rendimiento a la innovación desarrollada en los centros o a la nueva dimensión digital de la educación; también para la mejora de capacidades fundamentales del alumnado que sí podrían resumirse -pero no limitarse- al proceso de capacitación lingüística y la comprensión lectora.