Fátima Báñez logró colocar ayer en los medios de comunicación españoles su propuesta de hora límite más allá de la cual no debería extenderse la jornada laboral. Agitó un pacto entre agentes sociales y políticos que sitúe en las 18.00 horas de la tarde el tope de la jornada laboral. Sin duda un goloso mensaje por las positivas implicaciones que presuntamente conlleva a la hora de racionalizar horarios e impulsar la conciliación de la vida laboral y familiar. La propuesta tiene claros y oscuros y estos últimos requieren ser despejados para poder ser tomada en serio. Actualmente, la jornada laboral se regula en función del cómputo de horas de desempeño, sea diario, semanal o anual. Eso no ha impedido que se desborden los límites de ese cómputo regulado. De modo que la oferta requiere precisión. Pero de momento ha logrado que pase más desapercibido otro escenario que también baraja el Ministerio en su concepto de las relaciones laborales. El Gobierno del PP contempla implantar el llamado sistema de mochila austriaca, aplicado en ese país y que básicamente consiste en que la empresa ingresa una parte del coste del empleado en un fondo personal de pensión o desempleo, según las necesidades del trabajador. El esquema dibuja una alternativa a las dificultades de la deteriorada hucha de la Seguridad Social y a la financiación del desempleo de los parados con fondos públicos. Por esta vía, el trabajador acumula en función del tiempo de contrato y hace uso de ese dinero si se queda en el paro o, si no se da el caso, lo puede rescatar en la jubilación. La idea no es necesariamente lesiva para el trabajador pero la práctica la ha convertido en el sustituto de las indemnizaciones por despido, que se reducen o incluso pueden eliminarse. Igualmente, el modelo tiende a unificar los tipos de contrato en tanto que el indefinido no goza necesariamente de la protección por vía de indemnización. Esto permite flexibilizar las estructuras en las empresas en función de los ciclos económicos y, sobre el papel, permite reducir el peso del sistema público de pensiones al individualizar una parte o toda la cotización. El debate es interesante pero, si se presenta eclipsado por un señuelo como el de las 18.00 horas, hace sospechar. Porque el quid de la cuestión no es la hora a la que se va a casa sino los años ocupados que un trabajador acumula en su mochila.
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