No caben demasiados paliativos en el análisis de resultados acreditados por los escolares vascos en los exámenes en los que se basa el informe PISA sobre el estado de la educación. Los alumnos de 15 años del sistema educativo vasco sometidos al estudio han obtenido unos resultados más que discretos en relación al entorno de la media europea y española, viéndose superados por ambas. Pero quizá lo más preocupante haya sido que tanto la comprensión lectora, como las competencias en matemáticas o ciencias han sufrido un sensible empeoramiento de resultados. A tenor del informe PISA, que tantas veces ha servido en el pasado para ponderar en positivo el sistema educativo vasco, en los últimos tres años ha habido un deterioro sensible de la transmisión de conocimientos a los alumnos. Ante estos resultados no cabe minimizar lo que indican, aunque tampoco convertirlos en categoría. El sistema educativo vasco no se ha desfondado en los tres años que median entre los dos últimos informes. Ni en los recursos destinados a la formación de los adolescentes ni en el perfil profesional de sus educadores. Recientemente, un estudio sobre políticas educativas en el Estado español situaba a Euskadi a la cabeza de las comunidades autónomas en un riguroso ranking de excelencia en el que se analizaban 58 factores del modelo. Entre ellos, la inversión por alumno -que el pasado año era en Euskadi un 63% superior que la de la comunidad de Madrid, hasta alcanzar los 6.572 euros- o el ratio de alumnos por profesor -nuevamente ventajoso para los estudiantes vascos con una media de 9,1 frente a 13,2-. Y, no obstante, el estudio PISA muestra que comunidades autónomas con una dotación de recursos sensiblemente inferior han superado en rendimiento académico a los alumnos vascos según los exámenes realizados. Afrontar esta realidad sin catastrofismos no debe impedir una profunda reflexión. Los recursos que se destinan para la formación parecen más que suficientes pero habrá que identificar dónde ha fallado el modelo, sin descartar las modificaciones que la propia prueba PISA ha experimentado pero sin sobredimensionar sus efectos. La muestra obtenida merece una profunda y sincera identificación de riesgos y virtudes del sistema antes de que se convierta en tendencia y estemos, entonces sí, ante un gravísimo problema.
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