La situación hoy del euskera, una lengua de ámbitos geográfico y demográfico limitados y que lleva defendiéndose de la colonización cultural durante siglos, también en la actualidad del acoso de la globalización, da más que motivos para considerar extraordinaria la reversión en tres décadas -desde la aprobación de la Ley del Euskera en 1982- de una tendencia que durante dos tercios del siglo XX apuntaba a una inexorable desaparición. Así que, a día de hoy, 3 de diciembre de 2016, jornada en la que oficialmente se celebra y reivindica nuestra lengua, la del euskera puede considerarse una historia de éxito. Tal vez de un alcance ni siquiera intuido por quienes trataron de preservar y desarrollar nuestro idioma a lo largo de más de tres siglos, desde aquellas primeras gramáticas de Pierre d’Urte (1715) y Manuel de Larramendi (1745) que permitieron la conservación escrita de una lengua que, sin embargo, había tenido, tuvo y tiene la transmisión oral como base de su supervivencia. En todo caso, dicho éxito exige perseverar en el esfuerzo. Sin menospreciar que, según el último informe sobre la penetración del uso del euskera, presentado hace apenas medio año por el Gobierno Vasco, el éxito pueda tener continuidad y dentro de apenas 20 años el porcentaje de vascohablantes alcanzará ya el 49% de la población de Euskadi -trece puntos más que al principio de esta década- y que en el caso de los jóvenes el ratio se eleve incluso por encima del 83%, la extensión cuantitativa del conocimiento del euskera no tiene una correlación exacta con sus niveles de uso, tampoco en esas generaciones en las que ese conocimiento es prácticamente unánime, ni efectivamente dicha utilización conlleva la calidad que le puede permitir defenderse en todos los ámbitos frente a lenguas de caracter quasiuniversal. No conviene, por tanto, echar en saco roto los resultados de la última evaluación diagnóstica sobre la competencia lingüística de los alumnos vascos, que confirman una tendencia descendente quizás condicionada también por los cambios sociológicos experimentados en nuestra sociedad. Que la historia del euskera siga siendo exitosa depende precisamente de mantener la transmisión de uso en que ha radicado gran parte de su capacidad para sobreponerse. Y esta, hoy, precisa ya de una competencia que responda a las múltiples necesidades de una sociedad en continua y extremadamente rápida evolución.