Si la primera sesión del debate de investidura en el Parlamento Vasco, que resultará en la reelección de Iñigo Urkullu como lehendakari, sirve para anunciar lo que puede dar de sí la legislatura, quizá quepa felicitarse. Y no tanto por los consensos y el grado de estabilidad que el acuerdo entre PNV y PSE va a dar a la principal institución de Euskadi -que también en cuanto puede suponer esa estabilidad para el relanzamiento socioeconómico- como por la moderación en el planteamiento de las diferencias, lógicas en el ámbito parlamentario, y sobre todo por la predisposición, siquiera verbal, a acercar posturas que pudo constatarse en todas las sensibilidades políticas representadas en la Cámara. No es poco. Ni una sorpresa. Se trata más bien de la confirmación de un nuevo tiempo político, iniciado en la legislatura anterior, que ahora entreabre algunas puertas a los acuerdos multilaterales en materias que deben encauzarse en los próximos cuatros años, como son la confirmación definitiva de la paz y el asentamiento de las bases de una nueva convivencia y la configuración de otro modelo de relación bilateral con el Estado basado en la decisión democráticamente expresada por la sociedad vasca y que responda a una realidad social que ya se refleja en el propio Parlamento. Atraer a un consenso lo más amplio posible a aquellos que aún exponen ciertas reticencias -y aún posturas que podrían definirse como maximalistas- en la comprensión de la complejidad de ambas materias se antoja quizá por primera vez, tras el primer Pleno de la nueva legislatura, más difícil que imposible. Seguramente porque el propio carácter transversal del acuerdo de gobierno entre PNV y PSE (también posiblemente en parte la inconcreción que se le llegó a achacar ayer) favorecen esa virtualidad. En todo caso, los cuatro planos que plantea ese pacto y que Iñigo Urkullu expuso como ejes de su inmediata acción de gobierno responden a las políticas que la sociedad ha respaldado en las urnas, aun abiertas a matizarse -como ya se ha hecho en el esfuerzo de conformación del acuerdo- con aportaciones de quienes representan a sensibilidades diferentes. Así que cabe entender las críticas iniciales más desde la lógica de la necesidad de marcar perfil opositor que desde el antagonismo o el enfrentamiento. Y eso es, en sí mismo, todo un avance.