Si los tres-cuatro puntos de ventaja que otorgan las últimas encuestas de CBS News o The Washington Post a Hillary Clinton respecto a Donald Trump -que restado el margen de error son casi un empate técnico aun sin contar con el 7% de indecisos- no dan medida de las posibilidades de que las elecciones presidenciales estadounidenses finalicen en la madrugada de mañana de modo sorprendente, basta recordar un dato: el año 2000, con más de cien millones de votos emitidos, George Bush se hizo con la presidencia gracias a solo 537 sufragios de diferencia en Florida que le acabaron por proporcionar los 29 compromisarios de ese Estado y la mayoría (271) del Colegio Electoral a pesar de que Al Gore había obtenido 543.895 votos más. Y Florida sigue siendo hoy, cuando los estadounidenses afrontan la elección de su presidente para los próximos cuatro años por 58ª ocasión, un Estado clave. Como Carolina del Norte. Si Trump no logra ganar en ninguno de los dos, habrá dicho adiós a su sueño -pesadilla de muchos dentro y fuera de EEUU- de llegar a la Casa Blanca. Pero, de momento, el magnate sigue aferrado a él gracias al apoyo recogido entre los blancos sin estudios superiores y las castigada clase media estadounidense a la que le importa más bien poco que el índice Dow Jones subiera ayer más de punto y medio como avanzando que el sistema descuenta ya el triunfo de Hillary Clinton. A Trump incluso le podría bastar con un empate: la decimosegunda enmienda deja entonces la elección en manos del Congreso, donde hoy son mayoría los republicanos, aunque no sucede desde Quincy Adams en 1824. La constatación de que el electorado afroamericano, que dio el triunfo en Florida (y la presidencia) a Obama hace ocho años se ha desmovilizado respecto a entonces parece otorgarle opciones, aunque la reacción del voto latino y del voto femenino, muy inclinados en pro de Hillary, puede resultar definitiva para elegir a la primera presidenta de la historia de Estados Unidos, todo un hito en un país en el que las mujeres siguen siendo apenas una quinta parte de los miembros del Congreso. Un país que, pese a todo y en contraste con quienes pretenden prohibir el sufragio como método de decisión, vota hoy también en 154 consultas en 53 estados para decidir, por ejemplo, desde la abolición de la pena de muerte (California o Nebraska) a la implantación de un impuesto por emisión de CO2 (Washington).