La decisión que el Comité Federal del PSOE adoptó ayer para permitir, con su abstención, la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno español, fija formalmente la posición que los diputados socialistas deberán defender en el Pleno que finalizará con la elección del candidato popular, pero no consigue zanjar el clima de división interna en el que están sumidos los dirigentes y militantes del partido. Poco importará que en la primera votación, en la que Rajoy necesitaría mayoría absoluta, los diputados socialistas voten en su contra, pues cuarenta y ocho horas más tarde, y sin que entretanto suceda nada que justifique el cambio del sentido de su voto, permitirán que Rajoy se haga con una presidencia que no ha sido capaz de lograr por sí mismo. Lo que quedará después será un partido con una situación interna muy delicada, en el que no existe el clima de confianza necesario para abordar serenamente la reflexión ideológica y estratégica que necesitan para superar su crisis y orientar su futuro. La escasa diferencia de votos a favor del sector que se impuso en el Comité Federal -139 votos frente a los 96 partidarios del no Rajoy- y el contenido de las intervenciones de los líderes que hicieron uso de la palabra en el mismo, muestran a un partido dividido, en el que no existen posiciones claramente mayoritarias ni la complicidad necesaria para discrepar con naturalidad. El contenido de la propia resolución, que obliga a todos los diputados socialistas a abstenerse en grupo e impide, en consecuencia, que quienes no comparten la decisión puedan repetir su voto negativo en la segunda votación, debe ser interpretada como un aviso que los líderes que han asumido la dirección del PSOE lanzan a los críticos, de modo que quienes puedan estar pensando en eludir el mandato imperativo del Comité sabrán que muy probablemente serán sometidos a procedimientos disciplinarios que generarán aún mayor tensión. El PSOE inicia la legislatura aparentemente maniatado y dependiente del PP, sin un liderazgo claro y con una batalla interna por el poder que seguirá abierta a la espera del próximo congreso del partido para el que aún no existe fecha. No será sencillo que en esta situación de precariedad el PSOE pueda desempeñar en España el papel de oposición que sus nuevos dirigentes han reivindicado para sí.