La sorpresa enorme del resultado del referéndum en el que los colombianos debían refrendar o rechazar los Acuerdos de Paz entre el Gobierno presidido por Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con el triunfo del no por 53.894 votos (0,43%) -6.431.376 votos negativos (50,21%) por 6.377.482 (48,78%) del sí- no puede analizarse sin tener en cuenta las enormes peculiaridades de la sociedad colombiana. Y en primer lugar, las demográficas. Más del 70% de la población reside en zonas urbanas, las menos afectadas por el conflicto armado que ha venido golpeando a Colombia durante 52 años, y sólo las áreas metropolitanas de tres ciudades (Bogotá, Medellín y Cali) suman ya más de 15 de los 48 millones de colombianos, pero su traducción al censo electoral es incluso mayor: de los 33,8 millones de votantes habilitados para el referéndum del domingo, en los departamentos de Bogotá, Antioquía (Medellín) y Valle (Cali) votaban más de 13 millones, es decir, el 39% del censo. Y a eso se añade que la mayor parte de la tradicionalmente escasa participación electoral -las últimas cuatro elecciones parlamentarias la abstención superó el 56% y en las últimas cuatro presidenciales el 52%- se da en esas áreas urbanas, lo que agrava el efecto de la bajísima participación (36,7%) en el referéndum. El primer análisis, por tanto, es que el Gobierno Santos ha cometido errores y no ha sabido movilizar a los más afectados por la guerra y a quienes estaban a favor del acuerdo; mientras los opositores al mismo, encabezados por Álvaro Uribe, sí lo han logrado con sus votantes; lo que confirma la necesidad de que los procesos de paz tengan carácter inclusivo y se culminen con el apoyo de todas las fuerzas políticas y agentes implicados; lo que Santos no había comprendido en su gestión un tanto personalista de los acuerdos. Así, ahora la inclusión de Uribe debe ser entendida por el Gobierno de Santos e impulsada especialmente por la comunidad internacional que ha propiciado los contactos, acompañado y asesorado en las negociaciones y avalado la firma de la paz con las FARC. Porque no es la paz lo que los colombianos han rechazado en el referéndum, sino el acuerdo -algunas de las concreciones del acuerdo para ser exactos- que la hacía posible, que aún la hace posible mediante un nuevo carácter incluyente y una cuidada pero no demasiado profunda reformulación.