El corresponsal de la BBC en España titulaba su crónica previa al debate de investidura que ayer abrió Mariano Rajoy afirmando que el debate político español corre el riesgo de convertirse en una pantomima navideña, en referencia a la fecha fijada por el PP para la celebración de las terceras elecciones y ante la evidencia de la incapacidad de los principales partidos políticos del Estado para lograr algún acuerdo que dé luz verde a la formación de Gobierno en España. En efecto, el discurso que el presidente del PP leyó ayer, en el que tras presentar su programa gubernamental, constató el insuficiente apoyo de Ciudadanos y Coalición Canaria a su investidura y pidió la confianza de la cámara sin dirigirse a nadie en concreto ni haberse asegurado previamente ningún otro aliado, transmitía la sensación de que la representación parlamentaria que esta semana va a tener lugar en el Congreso de los Diputados se sitúa más cerca de la farsa que de un auténtico ejercicio de debate y elección. Rajoy presume de que no hay alternativa “razonable” a su investidura por la incapacidad que advierte en el PSOE y en Podemos de llegar a ningún tipo de entendimiento y, tras presumir de haber ganado las elecciones en dos ocasiones, aunque no cuente con el respaldo parlamentario suficiente para su elección como presidente, exige que se le deje hacer con la amenaza de que, de no prosperar esta, no hay otra salida que la celebración de elecciones el día de Navidad. Salvo alguna sorpresa inesperada, Rajoy no va a conseguir que se produzca su investidura y eso le deja en una situación muy complicada para volver a presentar su candidatura sin otra convocatoria electoral de por medio. Nueve meses después de que se iniciara este complicado puzle político y tras dos consultas a la ciudadanía, hay ya dos candidatos que no han conseguido la confianza de la mayoría del Parlamento para formar un ejecutivo. Quizá ha llegado el momento de que, a la vista de su incapacidad, ambos asuman que deben hacerse a un lado y permitir que otros candidatos lo intenten sobre unas bases programáticas nuevas que centren su atención en los principales problemas que el Estado español tiene planteados, entre los que destacan el desempleo, la gestión de la economía o la cuestión territorial, para los que harán falta acuerdos amplios y una actitud negociadora hoy ausente.