La esperada reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP, en la que los populares debían decidir si aceptaban las condiciones de Ciudadanos para apoyar la investidura de Mariano Rajoy, no ha despejado ninguna de las incógnitas que rodean la formación de Gobierno en España y la investidura de su presidente. Una vez más, Rajoy dio la espantada y endosó la responsabilidad a los demás. El presidente del PP anunció la disposición de su partido a negociar con Albert Rivera las bases de un acuerdo de gobernabilidad, pero se negó a dar una respuesta a las peticiones de este y una vez más eludió fijar la fecha del debate de investidura, a la vez que supeditaba cualquier decisión sobre esta cuestión a que el PSOE cambie de postura y se avenga a permitir, con su abstención, su elección como presidente y la formación de Gobierno. El presidente del PP considera que una derrota en el debate de investidura sería una humillación y no ve motivo para conceder esa victoria a Pedro Sánchez. Y desde su mayoría insuficiente amenaza al PSOE con una tercera convocatoria electoral, desde la seguridad de que en esa eventualidad lograría mejorar su mayoría parlamentaria, hoy insuficiente para iniciar la legislatura. Rajoy ha antepuesto su interés particular a cualquier otra consideración, y lo hace en una coyuntura que ofrece un panorama sombrío. Es cierto que la actividad económica está creciendo, al igual que las tasas de empleo, pero esta mejoría no consigue ocultar la delicada realidad de las altas tasas de paro, la precariedad laboral o el desfase de las cuentas públicas, que se han visto desbordadas en los cuatro años de gobierno de Mariano Rajoy. Ayer mismo se conoció que en los últimos siete años se ha duplicado la deuda pública, dato que sumado al déficit público provocado por las medidas del gobierno popular no hacen sino empeorar el escenario marcado por los recortes y la pérdida de derechos sociales y democráticos para la ciudadanía. Parece que los ocho meses que han pasado desde que se celebraron las elecciones del 20 de diciembre no han sido suficientes para que los partidos asuman la representatividad que los ciudadanos les han concedido y desde esa realidad se avengan a negociar y plantear acuerdos que permitan la formación de un Gobierno que afronte los graves problemas que tiene planteados el Estado español.