Tras el (único) debate entre los principales candidatos a La Moncloa, la conclusión más o menos general es que nadie ganó... ni nadie perdió. Más o menos. El debate no trajo propuestas, transitó los caminos ya conocidos de estos últimos meses, ni siquiera sirvió para despejar algo el camino a los previsiblemente necesarios pactos para formar gobierno tras el 26 de junio. En ese sentido, la cita a cuatro bandas no sirvió demasiado para aclarar el panorama, el tiempo dirá si se lo aclaró a ese 30% de indecisos que cifran las encuestas. Pero no perder no es lo mismo que ganar y dejar de ganar puede ser un auténtico problema cuando se parte de una posición de desventaja. En este sentido, quizá el candidato que sale más debilitado del debate sea el socialista, Pedro Sánchez, porque es el aspirante que más se jugaba en la cita del lunes. Debía ser la ocasión para revitalizar a su electorado, para sacudirse esa sensación de derrota que pesa como una losa en su partido resumida en una sola palabra: sorpasso. Su papel el lunes por la noche ejemplificó las dudas que parecen atenazar al PSOE sobre cómo hacer frente a un Pablo Iglesias que, como golpe de gracia preelectoral, osó levantar la bandera de socialdemocracia. Sánchez arrancó confrontando con Mariano Rajoy, en el papel de líder de la oposición ante el rival a batir, pero acabó buscando el cuerpo a cuerpo con Iglesias insistiendo en la culpa del fracaso de las negociaciones para formar gobierno. Sánchez no se cerró explícitamente puertas de pactos, pero la imagen que ofreció fue la de que el acuerdo con Unidos Podemos es imposible, mientras un Iglesias casi condescendiente susurraba “no soy yo, es Rajoy”, erigiéndose en líder de la oposición in pectore. Sánchez quizá desaprovechó la ocasión, cierto que la tarea era compleja; igual que Rajoy pasó sin pena ni gloria, ni falta que le hacía probablemente. Porque a Rajoy con no equivocarse en el debate le bastaba y, en ese sentido, aguantó el tirón de un Albert Rivera que logró encontrar su espacio -de salida era el que lo tenía más complicado- en la confrontación con el PP, a un lado, y con Unidos Podemos, al otro. En definitiva, todavía diez días por delante de campaña electoral sin que este debate haya servido aparentemente para modificar ni clarificar de manera sustancial el tablero de cara al 26 de junio.