La lenta ejecución en Euskadi de la alta velocidad ferroviaria incluida en el Proyecto Estratégico de Infraestructuras y Transporte (PEIT), cuando están a punto de cumplirse diez años del inicio de su construcción, los retrasos y parones acumulados en proyectos, licitaciones y obras son, más allá de las dificultades presupuestarias de la crisis, consecuencia de una flagrante ausencia de implicación política desde el Gobierno español. Aun si cierta contestación social y su derivada de utilización por la hoy desaparecida violencia de ETA en su momento no contribuyeron, sino todo lo contrario, a impulsar el proyecto de la llegada de la alta velocidad a nuestro país, que Euskadi se encuentre hoy sin conexión ferroviaria con el AVE y sin poder concluir la infraestructura que articule internamente su red de alta velocidad solo puede entenderse, nunca explicarse, desde ese prisma de absoluto desinterés político en Madrid cuando han transcurrido 24 años de la inauguración en 1992 de los 417 kilómetros de la línea Madrid-Sevilla, 19 años desde que entrara en funcionamiento la Barcelona-Alicante o 13 de la de Madrid-Zaragoza; cuando se han construido más de 3.100 km. de alta velocidad; y cuando 300 TAV dan servicio diario a casi 100.000 viajeros en 80 municipios del Estado. Esa desidia parece parapetarse ahora tras la situación en funciones del Gobierno del Estado, con la que se pretende justificar que puntos esenciales de la Y vasca, como el nudo de Bergara, los proyectos de las entradas de la línea a las capitales, el enlace con Burgos o la conexión con Francia no terminen de concretarse y, en consecuencia, la fecha prevista de entrada en funcionamiento del TAV contemple un horizonte más lejano que el año 2019 comprometido por el Gobierno Rajoy hace apenas unos meses. De hecho, solo el retraso del nudo de Bergara, para el que se estiman cuatro años de trabajos, haría que la Y vasca no se completara hasta dos o tres años después. Y, sin afán de comparaciones, que Bilbao, Donostia, Gasteiz e Iruñea no cuenten aún con alta velocidad cuando sí la tienen Cuenca, Albacete, Orense, Santiago, Girona, Palencia, León, Vigo, Zamora... no solo supone un despropósito porque limita la extensión a la península del corredor Atlántico europeo, sino que lo es, sobre todo, porque al hacerlo, el Gobierno español, los sucesivos gobiernos, han venido lastrando la articulación y el desarrollo de la sociedad vasca.