Tras varios meses de debate, la izquierda abertzale ha dado por concluido el proceso Abian, en el que ha definido sus líneas estratégicas de cara al futuro. “Se acabó la izquierda abertzale dedicada a resistir. Desde aquí sale otra izquierda abertzale a la calle, que va a darlo todo para conseguir una república vasca libre”, afirmó, a modo de resumen, la dirigente Marije Fullaondo, en calidad de portavoz, durante el acto político que tuvo lugar el sábado en Durango en la conclusión del proceso. La frase, más allá de su evidente acierto como eslogan o titular, contiene un claro mensaje en doble dirección, tanto interna como externa. Fue el propio presidente de Sortu, Hasier Arraiz, quien a finales de agosto del año pasado anunció la apertura de un profundo “proceso de reflexión” en el seno de la izquierda abertzale, un chequeo en el que el partido y su entorno revisarían su estrategia política y organizativa. El tiempo dirá si Abian ha sido el proceso que necesitaba la izquierda abertzale y si sus conclusiones definitivas, bajo el liderazgo de sus dirigentes, llevarán a la consecución de esa “república vasca libre”. Lo que deja claro tanto la necesidad de la propia puesta en marcha del proceso Abian como su resultado es el fracaso histórico de la izquierda abertzale a la hora de plantear y conseguir sus objetivos. El reconocimiento de que ha necesitado poner fin a la fase de “resistencia” para abordar el de la construcción es, en sí mismo, la constatación de ese fracaso, con el añadido de que la “resistencia”, que ha estado estratégicamente unida a la práctica de la violencia y el asesinato, ha costado muchas vidas. Con todo, no ha sido este aspecto -pese a su importancia intrínseca, política y ética- el que ha forzado a la izquierda abertzale a la reflexión, sino la evidencia de que su estrategia no era compartida por la inmensa mayoría social de Euskadi. Dicho de otro modo, llega 35 años tarde. Pese a ello, hay que dar la bienvenida a esta nueva izquierda abertzale, de la que habrá que calibrar la profundidad de su refundación, algo que solo podrá demostrar su actuación política e institucional. Queda también por ver la reacción de una parte más o menos significativa de esa izquierda abertzale que pretende seguir el camino de la “resistencia” y que se mantiene al margen de Sortu, y también la redefinición de EH Bildu -política y organizativamente hablando-, más allá del papel electoral instrumental que ahora tiene.