Mariano Rajoy afronta esta semana una suerte de particular calvario como presidente en funciones, que se une, y al mismo tiempo es consecuencia, de su absoluta soledad y su incapacidad para tejer complicidades políticas y, menos aún, acuerdos. En un contexto de ausencia de Gobierno ante la imposibilidad de lograr un acuerdo entre los partidos y dada la situación de impasse, la oposición ha decidido pasar al ataque en una estrategia que busca, de alguna manera, desmontar lo que ha sido parte de las políticas del PP en los últimos años y escenificar la necesidad de un cambio en el Ejecutivo que, por otra parte, no se vislumbra aún. Así, esta semana el Congreso de los Diputados debatirá la derogación -o al menos, la desactivación práctica- de algunas de las leyes más controvertidas aprobadas por el Gobierno de Rajoy. En concreto, se trata de la polémica reforma educativa de la Lomce -también denominada ley Wert-, la no menos controvertida ley mordaza (de Seguridad Ciudadana), la prisión permanente revisable y la imposición de las tasas judiciales para las pequeñas y medianas empresas y las ONG, entre otros asuntos. Asimismo, el presidente en funciones, pese a su negativa, se va a ver obligado comparecer en el Congreso para explicar la posición del Gobierno en la política sobre los refugiados que lleva a cabo la Unión Europea. El Ejecutivo ya se negó en su momento a comparecer en un pleno de control sobre este asunto, bajo el argumento de que está en funciones y, por tanto, no tiene que dar cuenta a un Legislativo nuevo, que no le ha dado su confianza. Esta actitud va a llevar, además, a la oposición a plantear un recurso ante el Tribunal Constitucional. En cualquier caso, el pleno que se celebre, aunque no sea técnicamente de control, en la práctica va a desarrollarse como si realmente lo fuera, ya que la oposición en su conjunto va a intentar colocar a Rajoy contra las cuerdas. En definitiva, esta insólita situación no hace sino poner de manifiesto la minoría del PP y la coincidencia del resto de formaciones políticas en la necesidad de acabar con la era Rajoy. Sin embargo, la falta de un acuerdo puede dar al traste con esas ansias de cambio. El propio presidente en funciones ha reiterado que no dará un paso atrás, ni siquiera al lado. Son los partidos los que, desde su responsabilidad, tienen la palabra.
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