No, no existe explicación razonable alguna. Quien mata, mata, así de simple. Y el asesinato, cualquier asesinato, es irracional, irrazonable, injustificable. Y quien muere por matar, sólo suma otra vida, la suya, a la atrocidad de la muerte. Quien mata en el presunto nombre de una supuesta religión o ideología, solo mata, así de simple. Aunque pretenda formar parte de una esquizofrenia de muertes propias y ajenas. Cuando alguien pretende morir y matar es difícilmente controlable, difícilmente previsible, difícilmente evitable. Y eso ha vuelto a suceder, como en Nueva York en 2001, en Madrid en 2004, en Londres en 2005, en París en enero y noviembre de 2015... esta vez en el aeropuerto Zaventem y en la estación de metro de Maelbeek en Bruselas. Otra vez decenas de muertos, cientos de víctimas, a causa de una violencia horrible, inhumana, indiscriminada, irracional, inexplicable. Y, sin embargo, algo estamos haciendo mal en esta Europa del desarrollo y los valores, en esta Europa cuna del humanismo y la tolerancia, en esta Europa que se dice de la pluralidad y la diversidad religiosa, racial, étnica, política... Y lo estamos haciendo mal sin que ello sea excusa, siquiera ínfima, nimia, inexistente. Algo estamos haciendo mal en la integración de quienes llevan tiempo, generaciones, entre nosotros, y aún no se sienten aceptados, parte de nosotros, sino todo lo contrario, rechazados, ajenos a nosotros, y responden rechazándonos violentamente. La mayor parte de quienes han tomado parte en todos esos atentados vivían, crecieron, entre nosotros. Algo estamos haciendo mal también a la hora de ganar la conciencia de su mundo, de ofrecerles justicia y desarrollo, oportunidad de vida, y no conflictos, pobreza y explotación, condiciones de muerte, de permitirles siquiera huir de todo eso, de no negarles cobijo, asilo. ¿Cuántos no maldecirán a la Europa que les vende armas, les valla las fronteras, les gasea, les envía de vuelta? Algo estamos haciendo mal en seguridad. Salah Abdeslam, el hombre más buscado de Europa, el autor en fuga de la masacre de París, llevaba meses en Bruselas, con su entorno, en su barrio, preparando más horror quizá, sin que ningún cuerpo de inteligencia o seguridad lo impidiese. Algo estamos haciendo mal, sí, en integración, convicción moral y seguridad, tres políticas fundamentales para siquiera esbozar un atisbo de solución a la horrorosa violencia yihadista.