Ayer se cumplieron 40 años de uno de los más infames actos de terrorismo de Estado que se recuerda. Manuel Fraga fue el máximo responsable del baño de sangre llevado a cabo por sus fuerzas policiales el 3 de marzo de 1976 en el barrio de Zaramaga. Apenas habían transcurrido cuatro meses de la muerte del dictador, Fraga estaba a cargo del Ministerio más importante en ese momento para la derecha franquista, el de la Gobernación (que luego pasará a llamarse Interior), herramienta clave para sembrar el terror en las calles ante cualquier protesta.
Lo sucedido aquel 3 de marzo de 1976 difícilmente se podrá borrar de la memoria colectiva, por mucho que lo intenten. Un grupo de trabajadores en huelga decidió llevar a cabo una asamblea en una pequeña iglesia. La policía les obligó a salir, lanzaron gases lacrimógenos en el interior, la gente se asfixiaba, no podía ver, el pánico era indescriptible. Al no tener otro remedio, los obreros fueron saliendo y en cuanto cruzaban el umbral de la puerta las bestias policiales franquistas les esperaban para darles un buen escarmiento. El resultado fue dantesco: varios heridos de bala, dos muertos en el lugar de los hechos, cuatro heridos grave de los cuales tres fallecieron, en conclusión cinco asesinados por el terrorismo y la violencia franquista. Los familiares siguen pidiendo justicia 40 años después de la masacre. Nunca se investigó a fondo lo ocurrido, no se depuraron responsabilidades, las personas que dirigieron toda la operación jamás se han sentado en un banquillo... Sin embargo, por mucho que la derecha quiera enterrar las atrocidades que han cometido a lo largo de la historia, las personas que creemos en la justicia, en la libertad y en la lucha de clases, jamás olvidamos. Los compañeros que cayeron a manos del terror franquista siempre estarán en nuestro recuerdo.