El candidato socialista a la Presidencia del Gobierno español, Pedro Sánchez, afrontará mañana la primera sesión del debate de investidura con la práctica seguridad de que no logrará convencer a ningún grupo más del Congreso y que, en consecuencia, contará únicamente con el apoyo de Ciudadanos, formación con la que ha rubricado un pacto de legislatura. Setenta y un días después de las elecciones, y salvo gran sorpresa, Sánchez fracasará, por tanto, en este intento de ser presidente, lo que deja un escenario muy incierto ante la posibilidad, cada vez más cercana, de que deban repetirse los comicios en junio. Es cierto que aún queda tiempo, pero el ritmo de los acontecimientos y las posiciones de las distintas formaciones políticas hacen casi imposible un acuerdo de mayorías sólidas y estables. El propio pacto entre PSOE y Ciudadanos nace con serias dudas. La consulta a la militancia socialista puede interpretarse como un aval a Sánchez, pero tiene aristas importantes que el líder socialista y sus socios no deberían pasar por alto. Resulta evidente que la consulta ha sido de puro consumo interno. Fue acordada in extremis, se presentó con una pregunta etérea y confusa y, finalmente, ha logrado la participación de la mitad de las bases, lo cual es ya de por sí significativo, aunque el apoyo al acuerdo de quienes han votado ha sido amplio. La clave interna es aún más destacable si se observan y analizan los resultados de manera territorial: en general, allí donde cada barón socialista era partidario del acuerdo, la militancia se ha volcado y ha votado afirmativamente, mientras que donde el líder local era crítico el resultado ha sido más ajustado. Así, en Euskadi -donde Idoia Mendia ha sido firme y públicamente partidaria de avalar a Sánchez- es donde mayor participación y mayor índice de apoyo ha obtenido el acuerdo. Por contra, las bases de Catalunya han expresado a las claras su rechazo o, como poco, su escepticismo hacia un acuerdo que no plantea ni de lejos una solución a la situación catalana, más allá del rechazo expreso al referéndum. Este resultado es un aviso a navegantes que no debería caer en saco roto en Ferraz: sin Catalunya -y sin Euskadi-, sin resolverse de manera audaz y democrática el contencioso nacional y sin un replanteamiento del modelo territorial, será imposible una convivencia estable.
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