Las estimaciones económicas del informe de BBVA Research, que confirman un crecimiento del 2,4% del PIB para este ejercicio y calculan un cuarto año consecutivo de expansión -tercero por encima del 2%- en 2017 (2,6%), sitúan a Euskadi ante un año clave, casi definitivo, para culminar la recuperación y asentar las bases de su economía para la tercera década del siglo XXI. De hecho, el cumplimiento de los objetivos este año permitiría a la economía vasca superar en 2017, por primera vez, el PIB per cápita anterior al inicio de la crisis, previsión que se fundamenta tanto en el comportamiento del mercado interior como en la capacidad exportadora. La mejora en el consumo privado de los hogares, que ya se empezó a experimentar durante el pasado año, apunta a continuidad, apoyado en los avances del mercado laboral, aún insuficientes pero avances al fin y al cabo; el cálculo presupuestario de los objetivos del déficit se antoja ajustado, ya que según el análisis apenas diferirá en medio punto del necesario; y la combinación del crecimiento de la economía global (en torno a un 3%) con un precio del petróleo menor al previsto inicialmente debería favorecer el crecimiento sostenido de las exportaciones, especialmente en aquellas economías que, como la vasca, tienen definidos sus principales objetivos en los mercados europeos, ya que el riesgo se atribuye a la desaceleración de las economías emergentes, especialmente China, Brasil y los países exportadores de crudo. Sin olvidar tampoco que esa reducción de los precios de la energía, que de momento parece haber llegado para quedarse y debe ser conjugada con nuevas políticas energéticas, deberá tener incidencia directa a medio plazo en los costes de los procesos productivos más intensivos en el uso de energía, como sucede con la parte más relevante de nuestra industria. Ahora bien, todo ese horizonte de asentamiento de la recuperación que los análisis macroeconómicos dibujan para la economía vasca también se ve amenazado por la incertidumbre global -económica, pero también política y geoestratégica- y las dificultades que, al parecer derivadas del mantenimiento de los bajos tipos de interés, amenazan a algunos de los principales bancos europeos, no ajenos precisamente a nuestros principales mercados.