los representantes de los 196 países participantes en la COP21 de París aprobaron ayer in extremis un acuerdo histórico, a pesar de las inconcreciones de las últimas horas que obligaron a retrasar la clausura y que parecían augurar el cierre en falso, una vez más, de otra cumbre mundial contra el cambio climático. El dictamen final sienta las bases para evitar los efectos más catastróficos sobre el planeta derivados del calentamiento global y compromete al mundo hacia un cambio que pueda frenar en el futuro la emisión de gases de efecto invernadero, aunque sin compromisos concretos sobre la reducción de cada país. Han sido necesarias dos semanas de intensas reuniones, intercambio de borradores y debates y una larga noche de negociaciones al más alto nivel para que finalmente Francia, como anfitriona del evento, aportara un texto final que fue aprobado en la tarde de ayer por el plenario de la cumbre y que ahora cada uno de los países deberá ratificar. El acuerdo, además, será vinculante y por tanto exigible a todos los países firmantes, algo que no había ocurrido nunca en cumbres similares y que era el elemento por el que se iba a medir el éxito o fracaso del evento, aunque EEUU vetó la posibilidad de establecer sanciones si no se cumplen los compromisos fijados. El acuerdo marca el objetivo de que el aumento de la temperatura del planeta al final de siglo se sitúe “muy por debajo” de los 2 grados e insta a intensificar esfuerzos para que ese incremento no supere los 1,5 grados, la demanda de gran parte de la comunidad científica y de las ONG. Además, se adquiere el compromiso de movilizar hasta 2025 por parte de los países desarrollados un mínimo de 100.000 millones de dólares anuales como ayuda para que los países con menos recursos puedan alcanzar sus objetivos. Aunque en otros aspectos el texto queda algo cojo -como la reducción concreta de gases que asumirá cada país, algo que han evitado EEUU y China-, lo cierto es que se trata de un punto de inflexión hacia un mundo más habitable y más saludable. Es, como dijo el presidente galo Françoise Hollande durante la presentación del borrador, “el primer acuerdo universal de la historia de las negociaciones climáticas”, lo que le confiere una importancia esencial. Incluso organizaciones como Greenpeace, Oxfam y WWF lo valoraron de forma muy positiva el acuerdo.