la campaña de los comicios generales del 20-D que arranca esta noche vuelve a poner al mapa político vasco en solfa electoral, aunque con una tensión bastante más rebajada que en anteriores citas ante las urnas y con la batalla centrada en el futuro inquilino de la Moncloa a cuatro bandas entre el tedioso establishment del bipartidismo de la transición y las formaciones emergentes que aspiran a mover el avispero. Pero Euskadi lidia otra batalla política paralela. Bien es cierto que del escaso peso específico de los diputados que se reparten en las tres circusncripciones de la CAV -18 sobre un total de 350 en el Congreso- y del hecho de que el frente político y mediático se haya centrado en Madrid y Catalunya se puede deducir que los resultados electorales que se desprendan de Euskadi difícilmente van a poder determinar quién asumirá las riendas del Gobierno español. Pero estas elecciones generales sí plantean, sin embargo, un pulso entre la amenaza de la recentralización del Estado que ha emprendido a lo largo de esta última legislatura el Gobierno del PP en detrimento de los autogobiernos periféricos -llegando incluso a poner en jaque el Concierto vasco y aplaudido en esta ofensiva por Ciudadanos e importantes sectores del PSOE- y la necesidad de abrir el melón del debate sobre un modelo territorial basado hasta ahora en el café para todos, totalmente agotado. Todas las encuestas y las tendencias socioelectorales anticipan a priori en Euskadi un serio desgaste del bloque del bipartidismo estatal que representan PP y PSE, mientras que apuntalan la fortaleza del PNV y Podemos -esta última formación más porque rentabiliza su marca como capitalizadora del voto del cambio del sistema, a pesar de la fragilidad de su proyecto en el País Vasco- y confirman el suelo fiel de Bildu, aunque ligeramente a la baja y en pugna con la formación morada. En Álava, el panorama está más apretado, pues las diferencias entre el PP -que aguanta su estandearte electoral únicamente en Vitoria-, PNV, Bildu, PSE y Podemos son mínimas para repartir cuatro diputados entre las cinco formaciones. Los plebiscitos que el 20-D plantea en Euskadi, en definitiva, versan sobre la recentralización del bipartidismo o la transformación de su modelo de Estado y, por otra parte, entre la política en clave vasca o anclada en los vaivenes de Madrid.
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