Los griegos han vuelto a depositar su confianza en Alexis Tsipras para afrontar el exigente camino de reformas pactado con Bruselas a cambio de un tercer rescate de 86.000 millones de euros. El primer ministro griego ha recibido otra vez un apoyo electoral incontestable y, tras reeditar su acuerdo con los nacionalistas independientes, ha formado su segundo Gobierno poniendo como hombre fuerte a Efklidis Tsakalotos, un ministro bien considerado por los socios de la UE, a diferencia de su polémico predecesor Yanis Varoufakis. El líder de la coalición izquierdista Syriza logró sortear los movimientos de la vieja política griega que intentaba desalojarlo del poder. Sin embargo, pese a que al final se vio obligado a claudicar en sus negociaciones con la troika -lo que provocó una escisión alentada por Varoufakis que no ha cuajado- y a aceptar un acuerdo que le obliga a afrontar dolorosas reformas, los electores han preferido encomendar esta misión a Tsipras al frente de una izquierda bastante más posibilista que la coalición que protagonizara el vuelco electoral hace ocho meses. Los griegos han visto a un político honrado que ha sabido reconocer sus errores y que se ha enfrentado a la troika hasta donde le alcanzaron las fuerzas. Su victoria electoral ha sido saludada con normalidad por los principales líderes de la UE, que se apresuraron a recordar a Tsipras que es su firma la que está estampada en los acuerdos que suscribió para acceder al tercer rescate. Bruselas espera del Gobierno de Syriza que cumpla con sus compromisos -“hay mucho trabajo por hacer y no hay tiempo que perder”, fue el mensaje que le lanzó el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker- y las primeras declaraciones del propio primer ministro griego fueron para referirse a la prioridad de la estabilidad económica. La hoja de ruta de Grecia establece que ya en octubre llegan los primeros recortes -reforma de las pensiones y reducción de los salarios públicos- y a finales de mes, la primera supervisión a cargo de las instituciones acreedoras. Hoy, el borde del precipicio de la crisis griega se ve más lejos, pero es un hecho que la inclemente política de austeridad sigue sin sacar al país del atolladero y serán necesarias políticas sociales que vayan más allá de los recortes. Es la otra hoja de ruta que Tsipras deberá conjugar en su acción de gobierno.