los datos del barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre las próximas elecciones catalanas del 27 de septiembre -facilitados justo en el inicio de campaña y la víspera de la festividad de la Diada que se celebra hoy- parecen situar los comicios y su resultado en la incertidumbre de la disparidad entre una clara mayoría parlamentaria soberanista que, sin embargo, no tiene paralelismo en votos, al no superar el 44%. Sin embargo, esos mismos datos, que otorgan 60-61 escaños a la plataforma de CDC y ERC Junts pel Sí y otros 8 a CUP, sí muestran tendencias relativamente claras en la sociedad catalana y la suficiente entereza en el sector soberanista como para concluir que la del 27-S no serán unas elecciones más -pese a todos los intentos de Mariano Rajoy para negarles carácter plebiscitario- sino un hito sobre el que Catalunya reforzará sus niveles de democracia y autogobierno. Más allá de que el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, sitúe al Gobierno del PP repentina y sorpresivamente en disposición de ceder a Catalunya el IRPF -en traducción hispana de la oferta que David Cameron realizó en su día a los escoceses en plena campaña del referéndum- y de reformar la Constitución, se antoja evidente que el papel casi residual que la encuesta del CIS otorga a PP y PSC -a los que sitúa como cuarta y sexta fuerza, respectivamente- removerá cimientos en el Estado. La resistencia férrea y beligerante que el Gobierno Rajoy ha mantenido hasta el momento ante las exigencias catalanas no podrá ser la misma, especialmente porque las opciones más recalcitrantes del PP y Ciutadan’s sumarían apenas el 12% de los apoyos en cuanto a intención directa de voto. Suceda lo que suceda el próximo día 27, a expensas de ese crecimiento de 8 puntos de los indecisos respecto a 2012, y aun si el soberanismo no alcanza la doble mayoría parlamentaria -en votos y escaños- que avalaría nítidamente una apuesta independentista, Catalunya dará un importante paso adelante en materia de reconocimiento de su nacionalidad, autogobierno y capacidad de decisión. De igual modo que una victoria exigua de las plataformas soberanistas podría dar pie a cuestionar una política de ruptura, la más que previsible sonora derrota del inmovilismo descarta de raíz la viabilidad política de sus tesis.