resulta complicado de entender para la opinión pública europea la exasperante lentitud con que se están tomando decisiones en el seno del proyecto común que es la Unión respecto a la crisis de los refugiados. En el pasado, otros escenarios dramáticos han sido igualmente tratados con una dejación y falta de solidaridad, no ya con quienes antes y ahora aspiran a establecerse en el continente europeo, sino entre los propios países que conforman el modelo de bienestar que en el pasado brillaba como un referente. Quizá el mismo hecho de que ese modelo se haya visto cuestionado en los últimos años por su propia crisis socioeconómica explique en parte las dificultades para afrontar este problema. Pero difícilmente es explicable cómo el paso de las semanas sin iniciativas y la perspectiva de que no haya ninguna coordinada en el corto plazo -la próxima cumbre está fijada para el día 14- está acabando por dejar el problema de los refugiados en manos de la Providencia. Lo que comenzó siendo un problema humanitario en los países ribereños del Mediterráneo, ha llegado a los del centro y norte de Europa sin que estos hayan previsto cómo afrontarlo ni individual ni colectivamente. Colectivamente, porque mientras las escenas del éxodo se limitaban a Grecia o a Italia, no hubo ninguna prisa por acometer medidas coordinadas para una respuesta humanitaria y una acción política internacional que afrontara el origen del problema: la descomposición por la vía del conflicto bélico de Irak primero y Siria, además de Libia, que hoy son inviables como estados. Individualmente, porque mientras dictaban criterios de actuación en materia económica en el seno de la Eurozona, los países del norte, encabezados por Alemania, se han desentendido del problema que se gestaba en el sur. Alemania y Austria han empezado a afrontar una realidad de los hechos consumados que ha llegado ya a sus fronteras. Una realidad que parecían haber olvidado y que a partir de hoy va a modificar prioridades en las agendas europeas: Reino Unido, Alemania, Francia, Holanda o Suecia son el destino anunciado por una mayoría de refugiados cuyos proyectos de vida en sus países de origen se han desbaratado. Grecia, Serbia o Hungría sólo eran estaciones de paso y eso no se ha sabido ver en el norte. Pero ya están ahí y son también su problema.
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