la decisión de la dirección de Unió Democràtica de Catalunya (UDC) -mayoritaria pero no unánime- de que sus tres consellers abandonen inmediatamente el Govern de Artur Mas supone, de momento, una ruptura contenida de la federación que los democristianos liderados por Antoni Duran i Lleida mantenían con Convergencia Democràtica de Catalunya (CDC) desde hace 37 años. Las palabras de Ramón Espalader, secretario general de Unió y conseller de Interior del Gobierno Mas, así lo atestiguan quizás en el deseo de que no se considere a su partido responsable último de una separación evidente, aun si se anuncia junto al mantenimiento de los grupos parlamentarios conjuntos tanto en Catalunya como en Madrid, que en todo caso poseen muy corto recorrido ante las próximas convocatorias electorales previstas para setiembre y noviembre, respectivamente. La decisión, sin embargo, no puede sorprender tras la exigua victoria de las tesis oficiales en el seno de Unió, contrarias al proceso soberanista y encabezadas por el propio Duran i Lleida, en la consulta a las bases. Y la pretensión de Espalader de dejar las puertas abiertas de cara a la configuración de las listas electorales no pasa de ser eso, una pretensión desdicha ya por la reunión que el líder del sector soberanista de su partido, Antoni Castellà, mantuvo ayer mismo con representantes de las plataformas independentistas Assemblea Nacional Catalana, Òmnium Cultural y la Asociación de Municipios por la Independencia, lo que aventura una suerte de escisión dentro de la propia UDC. Así, la contención en la ruptura, limitándola de momento a la salida del Govern, se justifica en la respuesta al ultimátum planteado por CDC, pero también en la búsqueda de alternativas y de un espacio para las elecciones -ahora menos plebiscitarias- del próximo 27-S, en las que Unió pretendería capitalizar la orfandad política del catalanismo no rupturista y de la derecha de tradición cultural catalana que, tras oscilar entre el PP y CiU una vez acabada la era de Jordi Pujol, no hallaban definición a su voto en los últimos tiempos. Pero posiblemente Unió también trata de preservar un ámbito político que pudiera liderar el nacionalismo catalán desde la moderación si Artur Mas acaba devorado por un proyecto soberanista al que, sin embargo, la decisión de UDC apenas merma.