transcurridos apenas cuatro días desde que el pasado domingo 8 de marzo se conmemorase el Día Internacional de la Mujer, el ministro de Defensa, Pedro Morenés, eludió ante el Congreso de los Diputados dar cualquier explicación sobre el caso de acoso sexual en el Ejército contra la comandante Zaida Cantera, expedientada ya dos veces por el relato de su vivencia en el libro No, mi general. En un tono chulesco y de la más cutre y vieja tradición cuartelera, Morenés se limitó a defender unas estadística que, según aseguró, sitúan en mínimos los episodios de acosos sexual machista en el Ejército y se negó a ofrecer a los diputados más datos sobre el caso denunciado por esta militar, quien asistió entre lágrimas a la comparecencia parlamentaria del ministro. Incluso acusó a quienes le demandaban una mayor claridad y una mayor contundencia en la denuncia de estos hechos de “dañar la imagen del Ejército español”. Es evidente que la imagen de los estamentos militares está dañada ya por este episodios y otros similares ocurrido en los últimos años. O por la operación que interceptó toneladas de droga en la nave Juan Sebastián Elcano en uno de sus viajes desde América Latina. O cualquiera otro de los episodios delictivos de diverso tipo en los que se han visto implicados mandos o militares en los últimos años, tanto en cuarteles como en expediciones al exterior. No son las críticas y las demandas de transparencia lo que pueden dañar la imagen del Ejército entre la opinión pública -más allá de que sea una de las instituciones con peor apego y sintonía social en las últimas décadas-, sino la persistencia de unos modelos machistas en este caso -o ultraderechistas e incluso golpistas en otros de índole política- muy alejadas ya de la realidad social de la que se supone quiere formar parte. Morenés es uno de esos ministros llegados al Gobierno de Mariano Rajoy de la mano de los intereses privados para acceder al reparto amiguista de los recursos públicos. De hecho, ha reconocido que hasta ahora ha firmado desde su puesto de ministro de Defensa al menos 32 contratos con la empresa armamentística en la que trabajaba antes de incorporarse al Consejo de Ministros. Esa oscura realidad sí que mancha la rancia imagen del Ejército español y del conjunto de la credibilidad del Gobierno del PP.
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