Desde hace ya un tiempo, Vitoria ha empezado a tomar conciencia de que los años tampoco pasan en balde para determinados barrios. La evidencia de que zonas de Coronación, Zaramaga, Adurza, Ariznabarra y Abetxuko han envejecido mal es incuestionable, sobre todo si se compara con el crecimiento de los nuevos barrios y la atención que recibe el centro urbano. No es una cuestión baladí, por cuanto afecta a la definición de la ciudad como un todo, no como una composición de partes engarzadas con artificios. Y porque tiene que ver con la Gasteiz del futuro, no con la que se dibuja en los programas de los partidos, cuya fecha de caducidad suele coincidir con el día siguiente a las elecciones. Más allá de citas con las urnas, más allá incluso del intento de embellecer por vía semántica -ese de oro- lo que en realidad es viejo o abandonado, conviene ponerse manos a la obra. Sin necesidad de hacer un excesivo ejercicio de memoria, cualquier gasteiztarra recordará que, desde un primer estudio de 2003, planes para estos viejos barrios no han faltado con Alfonso Alonso, Patxi Lazcoz y Javier Maroto, desde convertir Zaramaga en una suerte de Soho londinense o en el nuevo Chueca del Norte, hasta planes de revitalización más serios que se han quedado en la estacada por falta de fondos, de iniciativa o por la propia incapacidad de nuestros administradores. Cansados de frustraciones, en Zaramaga, por ejemplo, han sido sus propios vecinos los que han decidido agarrar el toro por los cuernos y ponerse ellos mismos manos a la obra, sin esperar a tantas promesas que acostumbran a quedarse por el camino. En el fondo, no se trata tanto de aspectos o apariencias, que también -con remodelación de fachadas, aceras o mobiliario urbano-, sino de la vida que se genera en el barrio, de la actividad económica, del pulso social o de la propia presencia de los vecinos en sus calles. Para ello urge recuperar el terreno que se fue perdiendo al ritmo en que desaparecían los pequeños comercios y proliferaban las superficies comerciales. Si queremos que esos barrios de Gasteiz no se conviertan en desiertos de viejos ladrillos y desconchadas aceras, no basta con lavarles la cara. Hay que recuperar la vida en sus calles e impulsar el tejido asociativo o el pequeño comercio, aquello que insufla oxígeno para recuperar la actividad y la convivencia.