los dos casos Gómez con los que, de manera inesperada, se han topado en la última semana tanto el PSOE en Madrid como el PP en Gipuzkoa han puesto de nuevo de manifiesto públicamente las formas en las que algunos partidos políticos resuelven sus diferencias internas y, más en concreto, la elección de candidatos. En el caso concreto de los populares vascos, con algunos agravantes. En los dos últimos días, todos los representantes del PP se han empeñado, por activa y por pasiva, en dar por zanjada una crisis que le ha vuelto a estallar al partido en vísperas de una larguísima carrera electoral. Sin embargo, a la vista de cómo se ha desarrollado y cómo se ha resuelto este conflicto que sus dirigentes pretenden, inútilmente, minimizar y dar por cerrado, lo que queda claro es que el PP vive una crisis sistémica a duras penas contenida y que amenaza con salir a la superficie a cada momento, sobre todo si las expectativas y los resultados electorales continúan tan a la baja como indican los sondeos. Tanto la presidenta del PP vasco, Arantza Quiroga, como el líder del partido en Gipuzkoa, Borja Sémper, parecen conjurados en dar a entender que el cisma que parecía irremediable el jueves estaba plenamente superado el viernes. Pero sus palabras y sus gestos delataban la realidad y profundidad de la crisis. Las acusaciones mutuas de actuar de forma “poco democrática”, de hurtar el debate sobre la elección de candidatos, de dedazos o de decisiones unilaterales no dejan lugar a dudas sobre la situación real. Ya ocurrió algo similar hace meses con la defenestración por parte de la presidenta popular de Iñaki Oyarzábal, que reabrió las heridas en Álava y la sensación expresada en sus círculos por el ahora ministro Alfonso Alonso de que el último congreso del PP vasco se cerró en falso. Los dos frentes que Arantza Quiroga tiene abiertos en Gipuzkoa y Álava -territorio éste donde los populares tienen su único feudo de poder- le aboca a una situación ciertamente complicada. Tanto como la del propio Sémper, que había empeñado gran parte de su capital político -que indudablemente, lo tiene- en ordenar la organización en su ámbito y ha quedado absolutamente desautorizado después de que la dirección haya tumbado al candidato elegido unánimemente por los guipuzcoanos. Quiroga ha dado un nuevo golpe de timón, aunque difícilmente va a salir reforzada.
- Multimedia
- Servicios
- Participación