la segunda reunión de la Mesa de Diálogo Social y los acuerdos cerrados en este órgano por el Gobierno vasco -con la presencia de los consejeros de Empleo y Políticas Sociales, Juan María Aburto, y de Desarrollo Económico, Arantza Tapia-, la patronal vasca Confebask -representada por su presidente, Miguel Ángel Lujua-, y los sindicatos CCOO y UGT -dirigidos por Unai Sordo y Raúl Arza, respectivamente- muestran tanto a la sociedad como a las centrales ausentes, que un clima constructivo es, además de necesario, posible. Sin menospreciar los motivos que han llevado a los sindicatos abertzales mayoritarios ELA y LAB a ausentarse en los últimos tiempos del foro de diálogo que debería reunir los diversos intereses e inquietudes sociales, laborales y económicos del país en busca de puntos comunes, su no presencia únicamente logra limitar el alcance de decisiones que, sin embargo y en todo caso, también desde sus fundamentos ideológicos y su postura crítica se pueden considerar y apoyar como positivas. De ahí el llamamiento a la ampliación de los consensos que todos los que han tomado parte en esta segunda reunión realizaron ayer. Sin ir más lejos, la defensa conjunta del Sistema de Garantía de Ingresos e Inclusión Social de Euskadi -ahora que se alzan las interesadas voces del PP alavés contra estas ayudas- merece y exige la aportación de todos y cada uno de los agentes, especialmente los sindicales. No en vano se ha mostrado tan efectivo -la tasa de pobreza en Euskadi es del 3%, tres veces menos que la media estatal- en el mantenimiento de la dignidad personal de quienes se han visto excluídos del sistema de relaciones sociolaborales e imprescindible para mantener, a través de una crisis económica de la dureza y penetración de la que afortunadamente parece que se empieza a superar, la cohesión social vasca. Y siendo esto posible desde el acuerdo, y a pesar de esas minoritarias voces discordantes, cabe preguntarse por la posibilidad de que el mismo esfuerzo de consenso se traslade a la consecución de un sistema o modelo propio de relaciones laborales. Un marco al que difícilmente se podrá llegar sin el esfuerzo de todos -incluida la patronal- o con las reticencias, mucho menos con la ausencia, de las fuerzas que, hoy por hoy, componen la mayoría sindical del país.