la aplastante victoria del candidato de Syriza Alexis Tsipras -aumentada por el hundimiento del socialista PASOK y el bonus de 50 escaños por ser la lista más votada- supone, antes que nada, una respuesta democrática y libre de los ciudadanos griegos al desastroso panorama que las políticas neocapitalistas y de austeridad habían llevado al país. Es, además, una vía abierta para recuperar los valores democráticos y sociales originales del proyecto europeo, enterrados por la crisis económica y la burocratización de las instituciones de la UE. Y, por último, escenifica el modelo bipartidista que ha terminado por convertirse en un fiasco de intercambio de intereses, privilegios políticos y financieros o nidos de corrupción al margen de las demandas y necesidades de la sociedad, tanto en Grecia como en otros lugares como el Estado español, representado en las últimas décadas por el binomio de PP y PSOE. La debacle del PASOK mientras la derecha Nueva Democracia sobrevive a su propia derrota -pese a ser el responsable principal de falsear las cuentas griegas que derivaron en el caos presupuestario, económico y financiero- es un mensaje claro del coste que ha tenido para la socialdemocracia ese bipartidismo controlado desde los intereses económicos y financieros y su sumisión a las políticas conservadoras. Y basta comprobar lo lejos que está ya de recuperar el poder la histórica socialdemocracia alemana. O mucho más cerca, el riesgo de irrelevancia política que amenaza a los socialistas vascos en Euskadi tras su experiencia de gobierno apoyados en el PP. Seguramente, el bloque de izquierdas Syriza ha completado el tramo más fácil al ganar con holgura estas elecciones, pero tiene ahora el reto de cumplir sus compromisos electorales y de construir un nuevo modelo social y económico para Grecia, negociado con los potentes poderes de Bruselas y el FMI. De la gestión de su victoria a partir de ahora -tras su pacto de gobierno con los nacionalistas de ANEL, el partidos más próximo a sus tesis sobre la deuda- se derivará en buena medida las posibilidades de un cambio de rumbo político en Europa que recupere las esencias democráticas, el pacto social, la vigencia del Estado de Bienestar, el valor participativo de los pueblos además de los estados o la preminencia de la política sobre la economía.