Los datos del informe Wealth: having it all and wanting more (Riqueza: tenerla toda y querer más) que la organización Oxfam presentó ayer en Londres como antesala del Foro Económico Mundial a celebrar en Davos (Suiza) entre mañana y el sábado confirman las denuncias sobre el crecimiento de la desigualdad y las teorías que sitúan a esta como origen de los principales conflictos hechas públicas desde el comienzo de la crisis por expertos económicos y organizaciones sociales. Porque la perspectiva de que ya en 2016 el 1% de la población mundial posea más riqueza que el 99% restante y el hecho de que ese mínimo porcentaje de la humanidad haya visto aumentar su caudal del 44% al 48% de toda la fortuna mundial acumulada desde 2009 a 2014 para llegar en 2015 al 50%, no solo habla de la desproporcionada riqueza de unos pocos, los setenta millones de personas más opulentas del planeta, sino de la vergonzosa y extremada pobreza de varios miles de millones de entre los más de siete mil millones de humanos restantes. Pero, siendo lo urgente solventar esa descomunal carencia mediante una redistribución ordenada de la riqueza a todos los niveles -tanto global como estado a estado- que sólo se puede obtener con nuevas políticas fiscales más equitativas que impidan la existencia de paraísos fiscales y sistemas laborales y sociales que garanticen la protección de los más débiles; no lo es menos la denuncia de que ese crecimiento exponencial de la desigualdad en todo el mundo amenaza ya severamente los derechos fundamentales que la civilización ha venido asentando a lo largo de la historia. Y no se trata principalmente, pese a lo que se pretende, de un problema de seguridad ante amenazas externas con origen en culturas y religiones ajenas, sino de un problema propio del mundo occidental o Primer Mundo. Como afirmaba Louis Brandeis, miembro de la Corte Suprema de EEUU en plena Gran Depresión tras ser nombrado por el presidente Wilson en 1916, “podemos tener democracia o podemos tener la riqueza concentrada en pocas manos, pero no ambas a un tiempo”. Convendría tenerlo en cuenta al analizar otro dato facilitado por Oxfam: gran parte de los billonarios del mundo posee inversiones en finanzas, seguros, farmacia y salud, sectores que solo en 2013 invirtieron más de 900 millones de euros en labores de lobby ante los gobiernos de Washington y Bruselas.