Como era previsible, la manifestación en favor de “los derechos de los presos” que, bajo el lema ‘No a la dispersión. Acercamiento’, recorrió ayer las calles de Bilbao resultó multitudinaria al congregar a decenas de miles de personas en una reivindicación que, así formulada, es mayoritaria en la sociedad vasca. En esta ocasión, la marcha, formalmente convocada por la red ciudadana Sare, transcurrió en silencio, sin incidentes y bajo un espíritu que aunque según sus organizadores pretendía ser plural, volvió a reproducir los esquemas que, año a año y desde hace ya varios lustros, viene escenificando la izquierda abertzale por estas mismas fechas con mayor o menor éxito de convocatoria. Es decir, que pese a los esfuerzos -más dialécticos que reales- ayer volvió a repetirse, sin opción a la novedad, el mismo esquema en el que bajo la apariencia de una manifestación contra el alejamiento de los reclusos se visualizó una movilización en la que la gran mayoría de los asistentes quería mostrar un apoyo simbólico a los presos de ETA y, en muchos casos, reivindicar su excarcelación. Antes, durante y después de la marcha, varios líderes políticos mostraron su esperanza en que la marcha de ayer sea la última, en la fingida confianza de que para el próximo año, cuando toque una nueva convocatoria, ya no hará falta porque el problema estará resuelto. Nadie se cree, sin embargo, que esto pueda ser así por efecto de la mera presión en la calle, ni siquiera aunque haya un sonoro cambio en el Gobierno español. La justa reividicación del acercamiento de los presos a su lugar de origen precisa, más allá de movilizaciones callejeras, de una estrategia realista, de un plan eficaz, de una hoja de ruta compartida. Hace ya más de un año que el colectivo de presos EPPK anunció -o así lo entendió la sociedad vasca- que asumía la legalidad penitenciaria, que expresaba su disposición a una reinserción individual y que reconocía el daño causado. Pero en doce meses no ha habido un movimiento real en ese sentido y el último comunicado es un nuevo jarro de agua fría, salvo la referencia -aún vaga- de reconocimiento del plan Zuzen Bidean del Gobierno Vasco. Es evidente que la manifestación anual es ya una vía agotada y que sin pasos adelante, mucho más allá de los que se dan en una manifestación y en primer lugar de los propios presos, difícilmente se evitará otra convocatoria el año que viene, probablemente con similar o mayor éxito que la de ayer.