La tradicional manifestación reivindicativa de los derechos de los presos volverá este año a moverse en las claves también tradicionales de acto de cohesión, escenificación y visibilidad de los colectivos que componen la izquierda abertzale, cuyo proceso de convergencia bajo el liderazgo de Sortu se ha acelerado con vistas al año electoral que acaba de comenzar. No es previsible que se repitan el próximo sábado las circunstancias excepcionales que motivaron la adhesión oficial del PNV del pasado año: ni se ha producido una intervención político-judicial contra sus promotores, ni está en cuestión el derecho de libre manifestación, ni se mantiene la campaña que amenazaba con la ilegalización de Sortu ni, en definitiva, la propia movilización incorpora dos elementos que permitían la adhesión pactada: las apelaciones al acuerdo y a la paz. La de este año será una marcha promovida, capitalizada y gestionada políticamente en exclusiva por EH Bildu, a través de Sare, que contará con las adhesiones tradicionales y a la que el presidente de Sortu, Hasier Arraiz, incorporó ayer el perfil de un acto de partido con una nítida vertiente electoralista al citar directamente a las bases sociales del PNV -y solo a las del PNV- a acudir contra el criterio de la Ejecutiva del partido. Ni Sortu ni el resto de formaciones de EH Bildu han realizado el menor atisbo de establecer una convocatoria de amplio espectro, no han practicado la debida cocina ni han mostrado el menor interés en compartir el protagonismo en una convocatoria que este año, de nuevo, es de su exclusiva prioridad y orientación. En consecuencia, no es creíble la apelación al encuentro en un espacio en el que la izquierda abertzale se ha reservado el derecho de admisión. Con independencia de que los derechos de los presos puedan ser legítimamente reivindicados y, con ellos, la exigencia del cumplimiento íntegro de la legalidad que debe ampararlos y su corrección allí donde no ocurre, los precedentes más inmediatos tampoco permiten compartir determinados espacios. Ya el año pasado se incumplieron las condiciones de la manifestación compartida: no fue silenciosa, ni libre de simbología; este año se añaden reiterados y cercanos insultos y pintadas en batzokis. No hay mimbres para que el sábado haya más que el primer acto de la precampaña 2015 de EH Bildu.