Como todos los cambios, votar a Podemos supondría un riesgo que, en función de las encuestas publicadas, la sociedad española parecía dispuesta a asumir. Al fin y al cabo, era complicado -aunque no imposible- que Iglesias, Monedero, Errejón y los suyos gestionaran peor de lo que lo habían hecho los últimos gobiernos de PP y PSOE. Y ante las acusaciones de populismo o ante los Indas y Marhuendas que afirmaban que su programa era irrealizable, tenían fácil respuesta: “el PP no ha cumplido nada de lo que prometió en 2011”.

Ahora bien, entendiendo e incluso compartiendo el apoyo que Podemos ha suscitado en España, cabe advertir de las diferencias que existen con la situación sociopolítica en Euskadi. Es lógico asumir los riesgos de los cambios cuando pocas cosas pueden ir a peor. No es el caso de Euskadi. Aun asumiendo que tenemos un largo camino por recorrer, no sería justo, ni realista, equipararnos con España. Aquí el riesgo del cambio es mucho mayor. Tenemos una tasa de desempleo considerablemente inferior al Estado y cercana a la media de la UE. La CAV es la comunidad que más invierte en sanidad por habitante. La educación pública sigue a la cabeza del Estado. Los servicios sociales son mucho más fuertes que en ningún otro lugar de nuestro entorno y, de hecho, Pablo Iglesias ha citado la RGI vasca como ejemplo de su famosa renta básica, con la diferencia de aquí ya sabemos cómo vamos a financiarla porque llevamos haciéndolo décadas. Por no decir que el Gobierno Vasco ha reducido varios altos cargos y de personal de libre designación o ha aprobado un código ético para los miembros de su ejecutivo.

Por todo esto, pedimos a los ciudadanos vascos que sean conscientes de lo que hemos conseguido entre todos, del bienestar alcanzado con nuestro nivel de autogobierno -sin perjuicio de que podamos implementarlo- y les animamos a que se pregunten si merece la pena asumir en nuestra situación esos riesgos que todo cambio conlleva.